miércoles, 13 de julio de 2011

EL PERIODISMO FRENTE A SENDERO LUMINOSO

Al retomar la dirección de El Comercio Alejandro Miroquesada sostenia "...tuvimos, por obvias razones, que enmendar muchas cosas, pero en ningún momento tuvimos que improvisar una línea de conducta periodística, pues ésta —con lógicas variantes marcadas por la coyuntura— estaba señalada desde su fundación en 1839 [...]." Cuando el país recobra la democracia y ya no se ocultan las acciones terroristas —como se hizo durante el Gobierno Militar— hubo una gran confusión y polémica respecto a la ideología, métodos de acción, respaldo económico nacional o extranjero de Sendero Luminoso.2
Sin embargo, la confusión no impidió tomar rápidas decisiones que mitigaron en apariencia el desconcierto. Así, de ocupar estas noticias las primeras planas en diversos medios como El Comercio, Expreso o La Prensa, fueron trasladadas a las páginas editoriales, en un desplazamiento que podían hacer estos diarios que no apelaban al impacto emotivo de sus titulares para atraer a los lectores, sino a su prestigio.
Del mismo modo, esta estrategia también se inscribió dentro de una actitud de los medios que consistió en negar los hechos y restarles importancia. Sumado a esto, encontramos que la prensa tenía un carácter centralista. Difícilmente atendía aquello que ocurría en el interior del país y menos, todavía, lo que sucedía en las zonas más pobres como Ayacucho, donde dieron los primeros actos terroristas. Así pues, el retorno a la democracia significó que lo medios, en especial de la televisión, incluyeran en sus programaciones los programas enlatados internacionales, de tal manera que se continuó con la tendencia del gobierno militar de ocultar las problemáticas y demandas sociales de los más excluidos.
Dentro de este desconcierto inicial, la CVR también incluye la polarización de ideas en torno al tema de la violencia que se dio durante esos primeros años. Básicamente, las actitudes de los diversos medios de comunicación fluctuaron alrededor de tres posturas.3 Una primera postura tildó a los perpetradores de actos terroristas de psicópatas o delincuentes comunes. Esta perspectiva fue compartida por los gobiernos y, con matices editoriales, por la prensa tradicional y los medios recuperados. No necesariamente surgió de una simplificación o incomprensión del tema, sino de una voluntad expresa de no darle legitimidad ideológica o política a las agrupaciones subversivas. Esta postura se radicaliza cuando se complementa con comentarios que responsabilizan a la izquierda legal y a los países comunistas de los actos terroristas. Es el discurso más cercano a El Comercio, Expreso y La Prensa, a la revista Oiga y también a los programas dirigidos a públicos más plurales y populares como la mayoría de noticieros de televisión.
Podemos comprobar lo expuesto anteriormente con los siguientes testimonios de la época. En el caso de Expreso encontramos afirmaciones como: «la subversión en el Perú forma parte de una conspiración comunista para destruir el mundo libre»; por su parte, Manuel D’Ornellas en su columna Voz y Voto del 2 de julio de 1982 sostenía que «los últimos días han registrado un repunte

1 En el discurso presidencial de la toma de mando del 28 de julio, el presidente Belaunde declaró la devolución de los medios que se formalizó definitivamente en noviembre con la ley 23226. La TV había sido expropiada en un 51% el 9 de noviembre de 1971 por DL 19020 y completada en su 49% restante con la creación de Telecentro en febrero de 1974. Los diarios fueron expropiados el 27 de julio de 1974 por DL 20680 y DL 20681.
2 Este testimonio, como muchos otros que se registran más adelante, son parte de las numerosas entrevistas que realizó la CVR a los empresarios y hombres del área para la elaboración de este informe.
3 Sobre este tema se puede consultar: Jorge Nieto 1987; Víctor Peralta 2000; IPYS 2002; y Jorge Acevedo 2002, entre otros.
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de la violencia subversiva en la que están involucrados seguramente varios grupos marxistas aparte de Sendero Luminoso».
Una segunda postura asumió los actos terroristas como un fenómeno condenable que echó raíces en problemas y brechas sociales que lejos de ser atendidas fueron agravadas por los diferentes gobiernos. Esta perspectiva recusó de plano la violencia, pero dio acogida a los intentos explicativos de la misma; la tilda de violencia estructural. Podemos consignar aquí a la revista Caretas, los programas periodísticos de César Hildebrandt y Fernando Ampuero, el diario La República e, incluso, líneas editoriales muy diferentes entre sí, pero todas coincidiendo en su visión crítica del fenómeno subversivo.
Una tercera y última postura fue la que se identificó con El Diario de Marka y con otros medios de comunicación de izquierda que no creían que los atentados terroristas se debían atribuir a actos subversivos dirigidos por algunos sectores de la izquierda, sino que debían adjudicarse a un plan soterrado de las Fuerzas Armadas para desacreditarlos. Precisamente, El Diario de Marka manifestó de la siguiente manera su postura totalmente opuesta a la tesis de la subversión en su edición del 15 de diciembre de 1980: «Hasta el momento no sabemos de un acto terrorista que haya tenido como objetivo a la derecha económica y política [...]. ¿No serán más bien un cuerpo especializado de expertos profesionales del terrorismo de estado?». En su discurso, estos periódicos reflejan su profunda desconfianza de la autoridad militar.
Este cuestionamiento a las Fuerzas Armadas fue compartido inicialmente por La República que participó de él con importantes matices editoriales, así como por los programas de César Hildebrandt y Fernando Ampuero, además de la revista Caretas. Todos ellos coincidieron en sus críticas, asumiendo que la continuidad de la democracia en el país —y del respeto a la libertad de expresión— se ponía en peligro cada vez que las Fuerzas Armadas recibían concesiones políticas o se las adjudicaban por sí solas, por más que éstas derivaran de su misión en la lucha contrasubversiva. Por eso, el ingreso de las Fuerzas Armadas a las zonas de emergencia fue visto con preocupación y reticencia inicial en casi toda la prensa.
De lo expuesto, la CVR concluye que para la prensa, la radicalización de sus posturas en función de sus ideologías impidió un tratamiento analítico de los hechos; pues en lugar de discutir sobre el tema de la violencia, los opuestos ideológicos se incriminaron unos a otros. Ello también tuvo como consecuencia la manifestación tácita de prejuicios, de rechazos intolerantes o de un afán de distorsionar una noticia que amenace o no concuerde con la postura a la que el periodista se adhiere.
Casi todos los periodistas entrevistados reconocen los excesos de ideologización en el ejercicio periodístico. Edmundo Cruz, investigador en Sí y La República, fue antes director de Unidad, órgano vocero del Partido Comunista y cuenta que allí se hacía «un periodismo de opinión plagado de ortodoxia y fundamentalismo; había que defender lo que decía el Partido [...]». Ricardo
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Uceda, director de Sí y de la unidad de investigación de El Comercio, recuerda cuando fue redactor de El Diario de Marka, a comienzos de los años 80:
En la prensa política había muchos prejuicios, por el lado de la prensa izquierdista, Sendero era parte de un sector popular desviado y, por el lado de la prensa de derecha, había posiciones anticomunistas que venían de la Guerra Fría [...]. A partir de esta experiencia me retiro dos o tres años del periodismo activo, no solicito trabajo en ningún medio y decido reentrar totalmente dispuesto a hacer periodismo profesional sin ningún tipo de atadura ideológica.
Hugo Guerra, subdirector de El Comercio y directivo de su sección editorial desde mediados de los 80, suscribe: Tenemos que ser autocríticos. Fuimos unos incautos. Cuando empezó el fenómeno terrorista, todos debimos ponernos de acuerdo para tomarlo desde un punto de vista más profundo, para asesorarnos y buscar elementos de juicio que nos permitieran hacer un análisis. En ese sentido, involuntariamente contribuimos a la agudización del problema. Porque si nosotros hubiéramos presionado duramente al gobierno de Belaunde, probablemente las cosas después hubieran sido mejores.4
Y, más adelante, admite el peso que tenían las ideologías: «Nos costó mucho entender y aceptar que el análisis tuviera que vincularse con el fenómeno de la pobreza, la lucha contra la exclusión social, el desamparo, el atraso sempiterno de los campesinos. Porque la primera reacción fue un tanto dogmática [...]. Una lección que hay que sacar de todo esto es no ser dogmático. Como ejercicio profesional e intelectual, no podemos serlo».
Con esta forma de proceder, la prensa contribuyó con la confusión del país sobre el origen y las características del conflicto armado interno; igualmente, planteó que los miembros del PCP-SL podían estar financiados por países comunistas (como la China o la URSS). Pero, en general, presentaron al PCP-SL como a un enemigo oculto, que no reivindicaba sus actos y que actuaba en la sombra; con ello, colaboraron a que se construyera a su alrededor un halo enigmático. Hacia un enfoque profesional para informar sobre la violencia
La CVR pudo comprobar que en esta etapa —que correspondería a la segunda mitad de la década de los 80— el enfoque de las ideologías se hizo cada vez menos gravitante a medida que la prensa se profesionalizó. Esto se ve corroborado con lo que se sostiene en IPYS (2002: 18): «Hacia 1985 diríase que la prensa peruana adquirió una relativa homogeneidad, con medios informativos de varias tendencias interesados por encima de todo en contarle al ciudadano lo que ocurría, y diferenciando, por lo menos formalmente, su información y su opinión».
La actualización y profesionalización de la prensa llevaron a relativizar la importancia de la ideología. Esto condujo más adelante a muchos periodistas a reafirmar, en medio de encendidas polémicas, su deber profesional de denunciar los abusos de las fuerzas del orden aun cuando ello les acarreara acusaciones de proximidad a la subversión; o, en el caso contrario, a criticar los sesgos de las ONGs e instituciones especializadas en la defensa de los derechos humanos, a pesar de que esto los mostrara aparentemente conciliadores con la violencia de Estado.
En el periodismo de opinión es casi imposible reclamar neutralidad ante estos temas; pero sí es cierto que la investigación, donde la verdad manda sobre cualquier simpatía, ha servido como una idea normativa para modular y hasta corregir líneas editoriales.
5 CVR. Entrevista, marzo de 2003.
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Así pues, la profesionalización de la prensa reclamó una distancia crítica respecto del prejuicio y la ideologización, aunque no a cambio de nada. En su lugar, el nuevo periodismo promovió una nueva forma de concebir la profesión que se sustentaba en una ética del develamiento —una ética de la verdad—. Ella promovía la investigación documentada que se basaba en la verificación de los datos, el cruce de información y, por sobre todo, se identificara con los valores de la democracia y el respeto a los derechos humanos. Del mismo modo, debía buscar la objetividad y el cultivo de la pluralidad y, por supuesto, llamar a competir con todas las armas permitidas por el mercado de la noticia. Gustavo Gorriti, investigador de Caretas, en la década del 80, lo suscribe: «asumimos al periodismo con un fervor virtualmente religioso. O sea, era la necesidad de tener siempre la primicia, la exclusiva, la mejor foto. Y no importaba dónde estabas. Lo que importaba era lo que la realidad nos daba y cómo se lo expresabas a la gente. Por supuesto, había ciertas cosas que asumir: queríamos defender la democracia, las libertades políticas».
Sin embargo, a pesar de que esta toma de conciencia de los deberes de un periodismo serio, la CVR encuentra que la acción informativa de los medios no fue del todo neutra. A pesar de obrar muchas veces desde el punto de vista de la objetividad periodística, los medios influyeron en la comprensión del conflicto y, en algunas ocasiones, presionaron para que tome un curso determinado. Esto se hizo debido a que se logró dar un mayor impacto al favorecer posiciones encontradas de las partes, acallar demandas o, simplemente, mostrar una versión espectacular y distorsionada de los conflictos.
En la mayoría de los casos, la modernización y actualización de la prensa significó un cambio metodológico del uso de recursos y no un cambio de fondo. Así, por ejemplo, la noticia se abrió a diversos puntos de vista, pero siempre dentro de los moldes sensacionalistas que caracterizaron a los medios. Del mismo modo, el uso de lenguajes de ficción y de la imagen (como infografías y reconstrucciones) amplió la comprensión de algunos públicos sobre los acontecimientos; pero el cambio no se operó en todos los medios, fue desigual y no se acompañó en la mayoría de los casos de una visión más amplia y panorámica que facilite la reflexión pública.
La aparición de grupos paramilitares y de escuadrones de la muerte fue un reto para el periodismo de investigación. Primero había que confirmar su existencia y luego, ante el rotundo cierre informativo de las autoridades que los encubrían, seguirles la pista con muy pocos indicios y afrontando amenazas en el camino. La lógica de este tipo de actos terroristas no reclama tan urgentemente a la prensa como la lógica del terrorismo subversivo; sólo quiere de ella que, si se hace público uno de sus actos criminales y fracasa la mascarada para adjudicarla a terceros, quede claro que cualquier exceso se cometió en nombre de la seguridad nacional y contra enemigos del sistema. No tienen voceros, pero sí políticos que, sin reconocerlo (y a veces sin conocerlos), subrayan esa interpretación cuando es imposible negar su existencia. Develarla tiene consecuencias políticas que pueden jaquear la continuidad del poder. De los dos casos más
Hacia un enfoque profesional para informar sobre la violencia
La CVR pudo comprobar que en esta etapa —que correspondería a la segunda mitad de la década de los 80— el enfoque de las ideologías se hizo cada vez menos gravitante a medida que la prensa se profesionalizó. Esto se ve corroborado con lo que se sostiene en IPYS (2002: 18): «Hacia 1985 diríase que la prensa peruana adquirió una relativa homogeneidad, con medios informativos de varias tendencias interesados por encima de todo en contarle al ciudadano lo que ocurría, y diferenciando, por lo menos formalmente, su información y su opinión».
La actualización y profesionalización de la prensa llevaron a relativizar la importancia de la ideología. Esto condujo más adelante a muchos periodistas a reafirmar, en medio de encendidas polémicas, su deber profesional de denunciar los abusos de las fuerzas del orden aun cuando ello les acarreara acusaciones de proximidad a la subversión; o, en el caso contrario, a criticar los sesgos de las ONGs e instituciones especializadas en la defensa de los derechos humanos, a pesar de que esto los mostrara aparentemente conciliadores con la violencia de Estado.
En el periodismo de opinión es casi imposible reclamar neutralidad ante estos temas; pero sí es cierto que la investigación, donde la verdad manda sobre cualquier simpatía, ha servido como una idea normativa para modular y hasta corregir líneas editoriales.
5 CVR. Entrevista, marzo de 2003.
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lunes, 11 de julio de 2011

EL PERIODISMO DE JOSE CARLOS MAREATEGUI


A los 14 años entró a trabajar para ayudar a los suyos de alcanza-rejones en un periódico. El periódico, la imprenta, entre la tinta y el papel va a encarar la vida, a forjarse el hombre. Renqueando, arrastrando su pierna, el adolescente Mariátegui lleva y trae cuartillas del taller. Comienza de mensajero en el diario La Prensa: será su escuela primaria. Algunas veces corrige pruebas. A ratos hace un suelto. En ausencia de los redactores escribe uno de policía al azar. Es el inicio de la ruta. Le sorprende con alegría su publicación.

Aprendizaje periodístico. Lee, estudia, escucha, conversa. Es el minuto cenital del modernismo en la literatura que rige la vida intelectual y cautiva también a Mariátegui. El Perú, provinciano y virreinalista aún, enlaza tardíamente la renovación literaria del novecentismo.

Pero también hay inquietud social en el ámbito peruano e intensa conturbación política: sube al poder el popular Guillermo Billinghurst. Simultáneamente, el primer paro obrero y su secuela de prisiones. Dos años después, la clásica revuelta militar, instigada por la oligarquía civilista y acaudillada por el coronel Oscar Benavides, derroca al gobierno.

Bajo el oprobio de la tiranía sufre el país más de un año, Mariátegui roza los veinte años y comienza a ser conocido por su seudónimo, Juan Croniqueur. La agilidad de su estilo periodístico y su lúcida visión de los acontecimientos le abre paso. Cuando se habla de él, salta la frase: "¿El cojito Mariátegui? Es inteligentísimo".

José Carlos Mariátegui se impuso en el periodismo limeño. Juan Croniqueur es acatado por su talento hasta en los cenáculos intelectuales. En "La Prensa" trabajaría algunos años en compañía de César Falcón, lector de Tolstoi y ya preocupado por los problemas sociales. Crean su peña al estilo de la época, en el Palais Concert, conocido restaurante de principios de siglo. Charlan, discuten sobre asuntos literrarios, saborean cócteles, mezcla de pisco y vermouth.
Aún la política no ha permeado la literatura modernista. Con su cristalina franqueza, evocaría Mariátegui: "Nos nutríamos en nuestra adolescencia de las mismas cosas: decadentismo, modernismo, esteticismo, individualismo, escepticismo". Ningún tópico es ajeno a su quehacer de periodista. Escribe sobre literatura, sobre deportes -caballos, toros, boxeo. Le atrae el circo: bohemio, vagabundo, anticapitalista. Se popularizan sus comentarios hípicos de Mundo Limeño y Turf, de la que deviene codirector.
Colabora en Lulú -revista semanal ilustrada para el mundo femenino entre 1915 y 1916. En sus páginas, poemas de sabor decadentista: "Plegarias Románticas" y "Gesto de Spleen", junto a editoriales en que se entrevé la garra del crítico político: "La historia de los gobiernos peruanos es la historia de nepotismos continuados, es la dominación de señaladas familias que fingiéndose defensoras de las clases menesterosas se han perpetuado en la holganza, se han mantenido ejerciendo un control abusivo y repugnante".
Estela de la educación materna, lo domina por breve tiempo la emoción religiosa y se sumerge en el Convento de los Descalzos. De esta etapa son su crónica "La procesión del Señor de los Milagros", que obtiene el premio municipal de literatura, y un florilegio de sonetos alejandrinos, "Los salmos del dolor", que formarían su libro "Tristeza", nunca publicado. Escribe una comedia, "Las tapadas", inspirada en el pasado virreinal, y un drama histórico, "La Mariscala", en colaboración con Valdelomar. Pertenece todo a lo que Mariátegui denominaría irónicamente su "edad de piedra".
El grupo no se detiene. Acomete la aventura de la revista Colónida, de efímera vida: 4 números, pero de resonancia en el clima reaccionario de Lima. Aparece en el verano de 1916. Movimiento insurgente -no revolucionario- contra el colonialismo intelectual. "Un reto a las revistas serias y a las gentes conservadoras". El experimento concluye, "y los escritores que en él intervienen -expresaría Mariátegui- sobre todo los más jóvenes, empiezan a interesarse por las nuevas corrientes políticas".
"La Prensa" toma un sesgo no grato a Mariátegui y abandona su redacción. Junto con él se va César Falcón, al cual lo une antigua y estrecha amistad. "Somos, casi desde las primeras jornadas de nuestra experiencia periodística, combatientes de la misma batalla histórica". Hasta entonces, La Prensa "combatía todas las mañanas al régimen, a los hombres, a los partidos de gobierno, y esperaba todas las madrugadas el asalto o la clausura que ya se hablan producido en la noche tenebrosa del 29 de mayo de 1909... Cada día se atacaba más enérgicamente al adversario y éste replicaba con mayor dureza... Los jefes eran perseguidos y encarcelados y volvían para hablar más alto". Su cambio de rumbo político lleva a Mariátegui a El Tiempo, "diario con perfiles de izquierda".
En la Primera Guerra Mundial, Perú evoluciona económicamente, incrementa su riqueza la oligarquía. Multiplican sus utilidades los barones del algodón y el azúcar, productos que demandan los países en pugna. El costo de la vida sube y la suerte del trabajador empeora en proporción geometría inversa al progreso económico del terrateniente y el exportador. El poder adquisitivo del salario en 1918 es inferior en un 50% al que percibe el obrero al declararse la conflagración europea. El movimiento proletario va articulándose y la inquietud estudiantil conmueve las universidades. Son los preludios de la organización sindical. En el poder está por segunda vez el civilista José Pardo.
Mariátegui, que a través de siete años asciende, en La Prensa, desde obrero gráfico hasta redactor, reportero y comentarista, inaugura en El Tiempo una columna que no tarda en hacerse popular: "Voces". En ella aborda temas artísticos y literarios y desfilan los acontecimientos políticos más importantes. Es también cronista parlamentario, lo que le permite conocer a esa fauna de farsantes de la política que compone la cleptocracia peruana. Esa experiencia, y el haber sido testigo de la quiebra del parlamentarismo europeo ante la acometida del fascismo, determina su diagnóstico, de 1925: "Esta democracia se encuentra en decadencia y disolución. El parlamento es el órgano, es el corazón, de la democracia. Y el parlamento ha cesado de corresponder a sus fines y ha perdido su autoridad y su función en el organismo democrático. La democracia se muere de mal cardíaco".
Apenas a los veintiún años Mariátegui es dueño de su oficio. Ha cuajado su estilo y se ha formado el cronista, vivaz, sobrio, avisado. Tiene una nueva visión del mundo y de su patria. Aflora su temperamento polémico en la réplica a los ataques de un mediocre pintor, Teófilo Castillo, que pontifica sobre arte:
"Me enorgullece mi juventud porque es sana y honrada y porque me conserva esta gran virtud de la sinceridad... No busco embozos ni me agradan disfraces. Me descubro como soy. Escribo como siento... Ninguna influencia me ha malogrado. Mi producción literaria, desde el día en que siendo niño escribí el primer artículo, ha sido rectilínea ha vibrado siempre en ella el mismo espíritu. Fue siempre igual".
Se ahondan su anticivilismo y su beligerancia antiaristocratizante. Un episodio resulta revelador: Mariátegui impugna el "Elogio del Inca Garcilaso de la Vega" que pronuncia José de la Riva Agüero en la Universidad Mayor San Marcos. El jefe del flamante Partido Nacional Democrático -futuristas se intitulan sus conmilitones- destaca como vocero de una facción del civilismo y apunta "evidente fidelidad a la colonia". La crítica del joven escritor trasciende lo meramente literario a la iconoclastia política y social. Y detecta en las palabras del conferenciante su futura conducta pública: la de panegirista, fascismo y servidor de las dictaduras pretorianas de su patria.
En "El Tiempo" permanece José Carlos Mariátegui hasta enero de 1919. Todavía mantiene, en las páginas, de otras publicaciones o en las mismas de su principal centro de trabajo, los diversos seudónimos que lo han acompañado: Croniqueur, Jack Kendalif, Monsieur Camomil1e... La huella de su trayectoria social insita en El Tiempo. Pero aunque el impacto de la Revolución Rusa y la acción proletaria y estudiantil se, reflejan en el país, no cabe aseverar que el pensamiento de Mariátegui sea socialista. Va desbrozando su camino, primero con la edición de "Nuestra Época", empresa en la que lo secundan César Falcón y Humberto del Águila, más fugaz que Colónida -2 números- y luego con el diario La Razón. Los talleres de El Tiempo se cierran pronto para la naciente revista. En cuanto al diario, el Arzobispado, obsecuente con Augusto E. Leguía, de nuevo en la presidencia tras un golpe de Estado, también le cierra su imprenta. A la vez se decreta oficialmente la clausura. El oncenio leguiísta, el más largó gobierno republicano, comienza de tal forma.
Dos episodios merecen señalarse en la corta duración de Nuestra Época. Primero, la presencia de César Vallejo entre sus colaboradores. Luis Monguió dibuja al gran poeta:
"Era entonces César, en su apariencia física, un joven de enjuto, bronceado y enérgico pergeño, de gran melena lacia, abundante y negrísima, la cara de líneas duras, de piel oscura, ojos también oscuros y de intenso brillo, nariz grande, dientes blanquísimos, protuberante barbilla, manos grandes y nudosas. Vestía traje oscuro, camisa blanca y corbata de lazo descuidadamente anudada. Así viene a Lima, conoce a Mariátegui y se inicia en el periodismo. Poco después publica 'Los heraldos negros', orto de una nueva poesía en el Peru".
Segundo: un antecedente del gorilismo que tuvo como víctima a Mariátegui, a causa del artículo "Malas tendencias. El deber del Ejército y el deber del Estado". El autor no firma ya Juan Croniqueur. La crítica a los excesos y favoritismo de los militares, no obstante su mesura, enfurece a un grupo de oficiales cavernícolas. Mariátegui es insultado y golpeado, a pesar de su inferioridad física, en plena calle. La ciudad se indigna y protesta contra la cobardía y la agresión. Intelectuales y periodistas se solidarizan con la víctima. La réplica, sencilla, imperturbable: "La fuerza es así". La cultura se enfrenta a la prepotencia y la incultura. El Ministerio de la Guerra se ve obligado a renunciar.
"La Razón" puede subsistir durante tres meses, del 14 de mayo al 8 de agosto del 19. Arrastra el tambaleante régimen de Pardo. Apoya la huelga por el abaratamiento de los artículos de primera necesidad y por la libertad de los obreros presos. El gobierno tilda de "boleheviques" a los trabajadores, en su mayoría anarquistas o sin partído, y temeroso de un alzamiento popular decreta el estado de sitio. El paro triunfa. Son excarcelados sus dirigentes: Nicolás Gutarra, Carlos Barba y Adalberto Fonken. Miles de obreros desfilan con sus líderes a la cabeza: "Homenaje a los libertados".
Gracias a la veracidad de sus informaciones y al propósito justiciero que lo guía, "La Razón" se convierte en un órgano popular. Queda lejos para Mariátegui la peña frívola, decadentista del Palais Concert. Es ya un escritor del pueblo e instaura un periodismo nuevo, en el fondo y en la forma. Como él mismo narró, "Desde 1918, nauseado de política criolla me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato aficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo".
Los trabajadores rinden tributo a los directores de "La Razón". De pie, en uno de los balcones dcl edificio, Mariátegui habla cálidamente: "La visita del pueblo fortalece los espíritus de los escritores de La Razón [...] La Razón es un periódico del pueblo y para el pueblo, y sus escritores están al servicio de las causas nobles [...] La Razón inspirará sus campañas en una alta ideología y un profundo amor a la justicia".
Paralelamente, la movilización de los estudiantes. La Reforma penetra en la fosilizada Universidad Mayor de San Marcos, en lucha contra el anacronismo educacional. Haya de la Torre es su líder. Los vientos de fronda de los universitarios argentinos soplan sobre Lima en la voz del profesor Alfredo Palacios. Mariátegui pone las páginas de La Razón al servicio de los reformistas. Obreros y estudiantes encuentran, en el nuevo diario su mejor vehículo propaganda. Juntos abren la marcha combativa. Unidos pelearán en lo adelante.
Como protesta contra la censura del Arzobispo, la columna editorial de La Razón aparece en blanco. Años más tarde, El Sol, de Madrid, utiliza el mismo método bajo la dictadura de Primo de Rivera. Su texto, una crítica al gobierno de Leguía y a su régimen, llamado de la "Patria Nueva", es distribuido en volantes. Tan sólo unos días transcurren y Mariátegui y Falcón anuncian en la prensa el fin de La Razón.
Hay un capítulo controvertido en la biografía de Mariátegui: su viaje a Europa. Amigos y enemigos del escritor se preguntan por qué acepta la beca, por tres años, que incluye el pasaje de ida y vuelta, de un gobernante como Leguía, que entroniza de inmediato la dictadura y que decapita la prensa opositora, clausurando La Razón, dirigido por el propio Mariátegui. Maria Wiesse no oculta la verdad: "Lo criticaron con dureza algunos amigos y compañeros suyos. 'Ha recibido dinero de Leguía', murmuraban. Y cuando una tarde fue a La Crónica a despedirse, en compañía de César Falcón, que viajaba en iguales condiciones, fue acogido fríamente por 'unos cuantos' de los presentes".
¿Puede considerarse una claudicación de Mariátegui la aceptación de la beca, otorgada por el hábil y cauteloso mandante de turno? Ni antes ni después de su retorno de Europa sale de su máquina de escribir una sola palabra de elogio para Leguía. Su vida -limpia y generosamente rendida a una idea liberadora- es una respuesta condigna. De vuelta al suelo natal, el déspota lo veja, lo encarcela en distintas ocasiones, lo persigue con saña. No lo respeta ni en su sillón de inválido.




Tomado en parte de
http://usuarios.multimania.es/bolcheviques/TEXTOS/IBEROAMERICA/BIOGRAF%CDAMari%E1tegui.htm

miércoles, 6 de julio de 2011

APROXIMACIONES A LA HISTORIA DE LA PRENSA EN EL PERU

El punto de partida del periodismo en el Perú, y en general en América, está en relación directa con el surgimiento de la imprenta en Europa en el siglo XV y su posterior implementación en el Nuevo Mundo. La mayoría de los críticos atribuyen el origen del periodismo a las hojas volantes o relaciones manuscritas -que circularon primero en Europa y luego en América- portadoras de una sola noticia o hecho de carácter religioso, político o comercial, según el caso, lo que nos lleva a pensar en la gran importancia de la imprenta para la inmediata de difusión de cierta información concerniente a un grupo de gente cada vez más extenso. José Antonio Benítez, en su libro Los orígenes del periodismo en nuestra América, da cuenta de cómo en las principales ciudades europeas abundaban estas noticias manuscritas, y da como ejemplo el caso de los avissi italianos.
El Nuevo Mundo, a su vez, irá adoptando poco a poco las costumbres europeas en su proceso de colonización, y es así como se ha registrado la aparición de la primera hoja volante en México en 1541 ó 1542, cuyo objetivo es informar acerca de un terremoto ocurrido en Guatemala. En el caso del Perú, la primera hoja volante registrada está fechada en 1594 y tiene que ver con la incursión de piratas ingleses en las costas del Pacífico del mismo modo que en Europa mediante boletines tales como "Relaciones" y "Noticiarios", que contenían noticias de carácter mundial y que se publicaban en Lima a la llegada del correo de España.


Algunos "Noticiarios", pueden ser llamados antecedentes de la primera publicación estable: la "Gazeta de Lima". Esta publicación tenía una sección llamada "Noticias de Lima", que hablaba sobre la entrada y salida de barcos, los conocimientos de los tiempos y hasta de la crónica social.
Jaime Mauzate y Mesa, un español que a fines del sigl XVIII publicó El primer periódico que se llamò la "Gaceta de Lima" y apareció en 1715 publicando mensualmente noticias de Europa y América. En 1790 aparece el primer diario: "Diario Curioso, Erudito, Económico y Comercial", Jaime Bausate y Mesa; y el 2 de enero de 1791, el Mercurio Peruano, órgano bisemanal de la Sociedad Amantes del País, que cumpliera un papel decisivo como expresión de la naciente conciencia nacional peruana.
Tras algunos meses de fundado el "Diario de Lima", aparece el “Mercurio Peruano, ese gran baluarte de la peruanidad, vocero de la patriótica Sociedad Amantes del País durante el Virreinato yacente, con 381 ediciones, desde el 2 de enero de 1791 hasta el 28 de agosto de 1794, confrontando al “Diario de Lima”, cuya autorizada genuflexión comenzó el primer día de octubre de 1790 y concluyó el 26 de setiembre de 1793 con su número 249, al lado de la virreinal “ Gaceta del Gobierno de Lima”.
La finalidad de "El Mercurio Peruano" era doble e histórica: al dar a conocer el Perú, y afirmar el sentimiento patriótico que había de impulsar la revolución.
Raúl Porras Barrenechea, distingue, en torno Al forjamiento de la República del Perú, un Periodismo Patriótico o Libertario, anterior a la proclamación de la Independencia, y otro – igualmente agitado por la idea y el sentimiento de Patria y Libertad – que identificaremos, genéricamente, como Periodismo Pre republicano.




El periodismo en el siglo XIX

Es el año 1810 el que marca el inicio de una etapa importante en el periodismo en el país. Ese año se da la Constitución de Cádiz, que decreta la libertad de pensamiento y la supresión de la Inquisición. Gracias a este decreto, se da una nueva apertura en el periodismo y comienzan a circular abundantes impresos.
Al derogarse la Constitución cesan las voces revolucionarias, y solo queda en circulación la "Gazeta" Virreynal que era oficialista.
Proclamada en Lima la Independencia, el 28 de julio de 1821, el libertador José de San Martín remplazó a la “Gaceta” virreinal, por la “Gaceta del Gobierno Independiente”, periódico que, frente a la resistencia del Ejército Realista, debió imprimirse temporalmente en Trujillo. Esta ciudad era inclaudicable territorio libre pues había jurado la independencia el 29 de diciembre de 1820 y contaba con una buena imprenta pública comprada y puesta al servicio de la naciente república por acuerdo del Cabildo del 4 de febrero de 1823.
Alfredo Larco Herrera sostiene en sus “Anales del Cabildo” y lo ratifica Jorge Zevallos Quiñones en su exhaustivo rastreo de “La imprenta en el norte del Perú”, que la màquina para imprimir que compro el Perù costó 150 pesos y fue adquirida a Manuel del Río, acaso pariente o el mismo impresor en Lima sucesivamente de las “gacetas” de los gobiernos colonial e independiente. Instalada la máquina en Trujillo el primer impresor oficial fue José Jacinto Paredes, a quien sucedió José Gonzales. Zevallos Quiñones registra al rededor de una docena de importantes impresores de publicaciones desde que aparecieran los primeros periódicos, difíciles de visualizar, hasta 1910 en que parecen instituirse algunos archivos particulares.

“La Gaceta del Gobierno Independiente” circuló desde el 18 de julio de 1821 hasta el 7 de mayo de 1823 en que las circunstancias complicadas que confrontaban San Martín y los patriotas en Lima obligó al cambio de sede a Trujillo, donde se publicó desde el 19 de julio hasta el 11 de octubre de 1823. En agosto se reinstaló en Lima publicándose hasta enero de 1825.
Es conocido que San Martín trajo de Chile una imprenta portátil para sus proclamas y boletines y que Bolívar, por iniciativa de José Faustino Sánchez Carrión, ordenó montar una máquina sobre una carreta para acompañar al ejército libertador unido e imprimir ese beligerante periódico llamado “El Centinela en Campaña”, cuyo primer número fue fechado el 22 de abril de 1824 en Santiago de Chuco., continuándose sus ediciones el 4 de mayo en Huamachuco hasta que la novena y última salió el 14 de julio en Huariaca, Carás. En Huaraz, por entonces, la imprenta itinerante de Bolívar y Sánchez Carrión publicó “El hurón del Norte”,con no menos inflamado espíritu libertario.
Como el tiraje requerido no podía ser cubierto con la imprenta en campaña, el ejército libertador unido se vio precisado a utilizar la imprenta municipal de Trujillo que se había dado abasto para editar otros periódicos patrióticos comenzando por “La Gaceta” sanmartiniana. La más importante, sin duda, fue “El Nuevo Día del Perú” fundado por Hipólito Unanue con sus colegas médicos José María Falcón y Félix Devotti , a fin de continuar la gesta ideológica liberal, peruanista y separatista del “Mercurio Peruano” y contrarrestar las procacidades y mentiras de “El Desengaño” y “El Triunfo del Callao” del gacetillero español Gaspar Rico y Angulo y otros panfletistas de la misma ralea, posesionados en la fortaleza del Real Felipe.
En esta época polémica y apasionada, nacen y mueren los periódicos de acuerdo al momento político o a problemas personales de su editor: esto es lo que se denominó "La guerra del papel". Al periódico "La Abeja Republicana" y al periodista Faustino Sánchez Carrión, "el Solitario de Sayán", les cabe el honor de haber emprendido en 1822 una de las primeras y más importantes campañas periodísticas de la historia del periodismo en el Perú, al lograr que el nuevo gobierno a implantarse por los Libertadores, fuese el republicano y no el monárquico

"El Peruano" aparece el 13 de mayo de 1826. Sus redactores se encontraban ocultos bajo seudónimos debido al clima polémico de la época.
Este diario es en parte heredero de las viejas "relaciones "y "gacetas" de los orígenes del periodismo peruano, producto de la necesidad de un informante oficial sobre ordenanzas, leyes, decretos, etc.
Quien ordenó la organización de este diario fue el general Simón Bolívar y se le puso por título "El Peruano" por no existir en ese momento ninguna hoja con ese nombre. Durante el período del presidente Gamarra se le cambió el nombre a El Conciliador (1830) y en el período del mariscal Orbegoso se le llamó El Redactor. En 1835 se convirtió en La Gaceta de Gobierno, y bajo la administración de Santa Cruz fue conocido como El Eco del Protectorado.
Podemos afirmar que entre 1811 y 1824 se registraron en nuestro país apariciones de distintas publicaciones periodísticas cuyo contenido ideológico y político fomentaron en sus páginas el debate y la discusión. Era la llamada prensa doctrinal.
Del año 1827 al 39, renace el periodismo político y aparecen nuevos diarios.
El Perú fue uno de los países que sembró el estilo de prensa en Latinoamérica.
En 1839 se inicia una nueva era en el periodismo, no sólo por la aparición de un nuevo tipo de periodismo, sino por la desaparición de los órganos políticos: "El Mercurio" y "El Telégrafo". A partir de éste momento, el diario "El Comercio" empieza su reinado.
La primera edición de "El Comercio" aparece el 4 de mayo de 1839, bajo el lema de "Orden, Libertad, Saber". Desde su aparición, éste tuvo una gran y constante competencia a través de los numerosos periódicos que se editaban en Lima.
En especial este diario marca indudablemente un jalón de la historia del periodismo peruano y coincide con el comienzo de una etapa de la historia del país. Se funda justo en tiempos en que se busca terminar con el caudillismo y cuando es posible editar un periódico que trate de sustraerse a la política cotidiana para procurar el simple negocio editorial.
Años más tarde "El Comercio" es dotado de los más avanzados elementos mecánicos de la época, introduciendo la primera rotativa Marinoni y un moderno taller de estereotipia.
En 1873 aparece por primera vez uno de los diarios más importantes de nuestra historia, "La Opinión Pública", coincidiendo también con una nueva etapa de la vida económica y política del país.

El Perú -pese a que ya habían transcurrido varios quinquenios y, simultáneamente, retahílas de gobiernos- aún padecía los estragos y las secuelas de la post-guerra extendida contra Chile. Esta guerra no sólo había devastado nuestro territorio materialmente, sino que también había causado daños de índole moral. Por ello, los peruanos ±y en especial, los habitantes de la Sierra y de la Selva- guardaban en sí mismos un sentimiento irascible de revolución e impotencia, que en cualquier momento podía reverberar.


EL PERIODSIMO EN EL SIGLO XX
No obstante de la guerra contra Chile, susodicho sentimiento impotente se iba fomentando además con el abuso y los vejámenes perpetrados contra la clase obrera por parte de los acaudalados y caudillos presidenciales. Los obreros vivían oprimidos y, prácticamente, con las manos atadas, constreñidos a trabajar en condiciones vehemencia que las cadenas explotadoras podían suscitar en los obreros. Ergo, se logró un avance: la aceptación de la jornada de las 8 horas de trabajo, pero recién, en el gobierno de Pan Grande´ Billinghurst, empero, sólo para los trabajadores del muelle Dársena del Callao. Luego de luchas y muchas huelgas, el estado para calmar a los trabajadores puso en actividad dos proyectos: El proyecto Manzanilla, y los Seguros de Trabajo.
Con el segundo Gobierno de José Pardo y Barreda se estableció a nivel nacional las ocho horas de déspotas para poder tan siquiera subsistir. Soñaban y fraguaban ya una revolución que los liberase del yugo mandatario.
Así que -no pudiendo reprimir y tolerar más los oprobios- se desata el Movimiento Obrero durante el gobierno de Pardo y Barreda. Eran presididos por Delfín Lévano, quien, a la vez de ser periodista del diario La Protesta, era también sindicalista.
Perpetrándose así una sucesión de huelgas anarco-sindicalistas, en su mayoría, con la
trabajo luego de serias protestas de dos días de paros y enfrentamientos
PUBLICACIONES Y SUS CARACTERÍSTICAS:
Dentro de este contexto ajetreado y enrevesado era inevitable que se divulgue un gran cúmulo de publicaciones, entre las cuales explayaremos las revistas literarias, publicaciones sindicalistas y periódicos o diarios:
- Las revistas literarias reflejaban, por lo general, oposición contra un ente; también velaban por el arte y las Letras, la difusión de la Literatura, Historia, Ciencias y otros conocimientos que se importaban. Tenemos por ejemplo, la revista Colónida (1916), que objetaba contra el hispanismo, proponía extender la mente y renovarla, pues en ésta el pensamiento estaba parametrado; Amigo del Pueblo (1904) dirigida por el indigenista López Albújar, la cual prendía el fogón autóctono; El Ariete (1901), que era el órgano defensor del Partido Liberal Independiente; Mundo Limeño (1907), que publicó los loables ensayos de Mariátegui acerca de la realidad peruana; entre muchas otras.
- Las publicaciones sindicalistas bregaban por la consideración al obrero, el cual era víctima de abusos y explotaciones impunes. Descolla indiscutiblemente, como ya se mencionó, La Protesta, perteneciente a un grupo sindicalista y máximo exponente de la lucha obrera impresa. Tenemos también a las publicaciones: El Obrero Panadero (1916); El Obrero Organizado(1 9 1 7 ); El Obrero Organizado(1 9 1 7 ); El Martillo (1918); entre otras.
- En cuanto a periódicos y diarios tenemos a La Prensa (1903), que defendía los intereses del Partido Demócrata y la oposición radical al civilismo hasta la caída de Billinghurst, era de un gran formato (60 × 45 cm), sobresalían los textos ante los dibujos y publicaba dos ediciones diarias: la de la mañana, que constaba de ocho páginas, y la de la tarde, que constaba de cuatro; La Crónica (1912), que innovó el periodismo con su formato pequeño (tabloide), un suplemento diario, titulares grandes, preferencia por temas sensacionalistas y abundancia de fotografías y caricaturas; La Razón (1919), dedicada a combatir la presidencia de Leguía y a la defensa de los derechos universitarios; La Lucha (1914), que combatía la dictadura del militar Benavides, sin embargo, fue clausurada por ésta, constatando la oprobiosa hegemonía mandataria de aquella época.

El diarismo tiene también etapas muy marcadas en su desarrollo. Sobre todo en la fase de 1903 – 1948. De 1903 a 1919 existe una relación libertad de prensa y los diarios de oposición de derecha tienen un amplio espacio de crítica.
Dentro de ésta época aparece otro diario importante: "La Prensa". Éste era un diario de partido, de estrecha visión y nula objetividad.
Este diario tuvo muchas asperezas, complicaciones y problemas con el gobierno de Leguía. Todo esto debido a que durante la campaña electoral de 1919, fueron
constantes los ataques a Leguía y esto molesto muchísimo a quien iba ser el futuro dictador. Quien poco tiempo después tomara represalias contra el diario y sus redactores. Inclusive la gran molestia que sentía Leguía llegó a tal punto de que su gobierno fuera capaz de tomar por asalto a este periódico y expropiarlo de sus dueños.
Ya en el año 30, con Leguía derrocado, La Prensa fue devuelta a la viuda de su dueño.
Siguiendo cronológicamente, en el año 1912 aparece otro diario que trajo algunas novedades en cuanto a la presentación del diario en sí, pero que no tuvo mucha relevancia como otros. Este es el caso de "La Crónica". Fue fundada por Manuel Moral y apareció el 7 de abril de 1912

La novedad que aportó "La Crónica" al periodismo de su tiempo fue su tamaño "tabloide" y una gran cantidad de grabados y hasta un suplemento diario. Era el advenimiento de "lo ágil" en el ambiente limeño y tuvo regular éxito de ventas. Era un diario que era poco incisivo con respecto a la política y por eso se mantuvo desde su nacimiento un poco con suerte de segundo plano en relación a los "grandes". Jorge Basadre, en su Historia de la República del Perú expresa que "la historia del periodismo peruano es mucho más rica y compleja de lo que han afirmado comentaristas superficiales", y añade, para sustentar la idea anterior, que "en los avisos y en otros rincones despreciados puede el investigador acucioso encontrar datos de valía: movimiento de barcos, cifras estadísticas o del comercio exterior o interior, anuncio de cosas que la gente usaba, compra o venta de esclavos cuando ese tráfico fue viable por su propaganda comercial, etc.".
En el período entre 1948 y 1970, permanecen los diarios El Comercio, La Prensa, La Crónica pero éstos se modernizan, adaptándose a las exigencias de un nuevo y más amplio mercado de lectores, al que les interesa llegar sobre todo, por intereses políticos e ideológicos bien definidos.
En este lapso también aparecen nuevos diarios. Pero estos periódicos no fueron ya producto de arrebatos románticos que podían concretarse con poco dinero y el contrato de una imprenta; sino todo lo contrario, eran ahora necesarios grandes capitales, locales adecuados, una serie de redactores, una infraestructura de distribución, etc. Las necesidades de un público heterogéneo hicieron que estos nuevos periódicos ya no fueran partidarios como sus antecesores, sin que esto implique que no asumieran posiciones políticas en coyunturas determinadas.
Dentro del tipo de periódico tabloide, aparece en el año 1950 "Ultima Hora", con la típica característica de grandes titulares sensacionalistas. En formato igualmente tabloide, pero matutino, y de una líneas más seria, surge en el año 1961 "Expreso". Este diario se convertiría años más tarde en uno de los más controvertidos que han circulado en el Perú. Ha sido sin embargo el más vigoroso diario antiimperialista de nuestra historia.
Son claros los ejemplos de la inclinación que tenían los diarios hacia partidos o principios político-sociales, es el caso de El Diario Marka o el diario P. M. que aparecieron en la década de los setenta ambos fueron muy reconocidos en su época por su inclinación izquierdista y principios socialistas, alcanzaron un alto número en las ventas de ejemplares diarios, pero terminaron en lo mismo: conflictos internos debido a disputas entre el campo periodístico y los intereses sociales o económicos de partidos izquierdistas. Todo cambió a mediados de los años 80, en el gobierno de Alan García, cuando aparece un respetado diario de corte formal que connotaba seriedad, La República, de pensamiento liberal y libre de partidos que influenciaran su contenido. A su vez, surgen también el diario L a Voz (en donde los periodistas buscaban la fórmula para que el contenido de éste sea de interés mayoritario), el semanario Si, fundado por Carlos Maraví, el diario Buenos Días, que tenía la peculiaridad de llevar dos diarios en uno (Diario amanecer´, por el anverso y Monos y monadas´ por el reverso), el diario Gestión, de contenido dedicado a los negocios y economía, el periódico Cambio, dirigido por Yehude Simon.

El periodismo libre alcanzó gran desarrollo, hasta que se produjo la dictadura del General Velasco. El 26 de julio de 1974, su gobierno mediante el uso de la policía ocupa sorpresivamente todos los diarios de Lima: "El Comercio", "La Prensa", "Ojo", "Correo", "Última Hora" y "Afición", apropiándose de éstos e imponiendo nuevos editores.
No fue hasta 1980 que, al retornar a la democracia al Perú, pudo restablecerse en el país la libertad de expresión y devolverse los diarios a sus legítimos dueños.
Precisamente fue la noche del 28 de julio de 1980 el día en el que retornaron los dueños de los periódicos a sus antiguos despachos. Entre ellos podemos encontrar a: Alejandro y Aurelio Miró Quesada en El Comercio, Guillermo Cortez Núñez en Expreso, Enrique Agios en Correo, etc.
La prensa diaria de circulación nacional volvió a la normalidad de la propiedad privada como lo habían hecho antes la radio y la televisión.

EL PERIODISMO PERUANO ENTRE 1980 Y EL 2000

El punto de partida del periodismo en el Perú, y en general en América, está en relación directa con el surgimiento de la imprenta en Europa en el siglo XV y su posterior implementación en el Nuevo Mundo. La mayoría de los críticos atribuyen el origen del periodismo a las hojas volantes o relaciones manuscritas -que circularon primero en Europa y luego en América- portadoras de una sola noticia o hecho de carácter religioso, político o comercial, según el caso, lo que nos lleva a pensar en la gran importancia de la imprenta para la inmediata de difusión de cierta información concerniente a un grupo de gente cada vez más extenso. José Antonio Benítez, en su libro Los orígenes del periodismo en nuestra América, da cuenta de cómo en las principales ciudades europeas abundaban estas noticias manuscritas, y da como ejemplo el caso de los avissi italianos.
El Nuevo Mundo, a su vez, irá adoptando poco a poco las costumbres europeas en su proceso de colonización, y es así como se ha registrado la aparición de la primera hoja volante en México en 1541 ó 1542, cuyo objetivo es informar acerca de un terremoto ocurrido en Guatemala. En el caso del Perú, la primera hoja volante registrada está fechada en 1594 y tiene que ver con la incursión de piratas ingleses en las costas del Pacífico del mismo modo que en Europa mediante boletines tales como "Relaciones" y "Noticiarios", que contenían noticias de carácter mundial y que se publicaban en Lima a la llegada del correo de España.
Algunos "Noticiarios", pueden ser llamados antecedentes de la primera publicación estable: la "Gazeta de Lima". Esta publicación tenía una sección llamada "Noticias de Lima", que hablaba sobre la entrada y salida de barcos, los conocimientos de los tiempos y hasta de la crónica social.
Jaime Mauzate y Mesa, un español que a fines del sigl XVIII publicó El primer periódico que se llamò la "Gaceta de Lima" y apareció en 1715 publicando mensualmente noticias de Europa y América. En 1790 aparece el primer diario: "Diario Curioso, Erudito, Económico y Comercial", Jaime Bausate y Mesa; y el 2 de enero de 1791, el Mercurio Peruano, órgano bisemanal de la Sociedad Amantes del País, que cumpliera un papel decisivo como expresión de la naciente conciencia nacional peruana.
Tras algunos meses de fundado el "Diario de Lima", aparece el “Mercurio Peruano, ese gran baluarte de la peruanidad, vocero de la patriótica Sociedad Amantes del País durante el Virreinato yacente, con 381 ediciones, desde el 2 de enero de 1791 hasta el 28 de agosto de 1794, confrontando al “Diario de Lima”, cuya autorizada genuflexión comenzó el primer día de octubre de 1790 y concluyó el 26 de setiembre de 1793 con su número 249, al lado de la virreinal “ Gaceta del Gobierno de Lima”.
La finalidad de "El Mercurio Peruano" era doble e histórica: al dar a conocer el Perú, y afirmar el sentimiento patriótico que había de impulsar la revolución.
Raúl Porras Barrenechea, distingue, en torno Al forjamiento de la República del Perú, un Periodismo Patriótico o Libertario, anterior a la proclamación de la Independencia, y otro – igualmente agitado por la idea y el sentimiento de Patria y Libertad – que identificaremos, genéricamente, como Periodismo Pre republicano,
El periodismo en el siglo XIX

Es el año 1810 el que marca el inicio de una etapa importante en el periodismo en el país. Ese año se da la Constitución de Cádiz, que decreta la libertad de pensamiento y la supresión de la Inquisición. Gracias a este decreto, se da una nueva apertura en el periodismo y comienzan a circular abundantes impresos.
Al derogarse la Constitución cesan las voces revolucionarias, y solo queda en circulación la "Gazeta" Virreynal que era oficialista.
Proclamada en Lima la Independencia, el 28 de julio de 1821, el libertador José de San Martín remplazó a la “Gaceta” virreinal, por la “Gaceta del Gobierno Independiente”, periódico que, frente a la resistencia del Ejército Realista, debió imprimirse temporalmente en Trujillo. Esta ciudad era inclaudicable territorio libre pues había jurado la independencia el 29 de diciembre de 1820 y contaba con una buena imprenta pública comprada y puesta al servicio de la naciente república por acuerdo del Cabildo del 4 de febrero de 1823.
Alfredo Larco Herrera sostiene en sus “Anales del Cabildo” y lo ratifica Jorge Zevallos Quiñones en su exhaustivo rastreo de “La imprenta en el norte del Perú”, que la màquina para imprimir que compro el Perù costó 150 pesos y fue adquirida a Manuel del Río, acaso pariente o el mismo impresor en Lima sucesivamente de las “gacetas” de los gobiernos colonial e independiente. Instalada la máquina en Trujillo el primer impresor oficial fue José Jacinto Paredes, a quien sucedió José Gonzales. Zevallos Quiñones registra al rededor de una docena de importantes impresores de publicaciones desde que aparecieran los primeros periódicos, difíciles de visualizar, hasta 1910 en que parecen instituirse algunos archivos particulares.

“La Gaceta del Gobierno Independiente” circuló desde el 18 de julio de 1821 hasta el 7 de mayo de 1823 en que las circunstancias complicadas que confrontaban San Martín y los patriotas en Lima obligó al cambio de sede a Trujillo, donde se publicó desde el 19 de julio hasta el 11 de octubre de 1823. En agosto se reinstaló en Lima publicándose hasta enero de 1825.
Es conocido que San Martín trajo de Chile una imprenta portátil para sus proclamas y boletines y que Bolívar, por iniciativa de José Faustino Sánchez Carrión, ordenó montar una máquina sobre una carreta para acompañar al ejército libertador unido e imprimir ese beligerante periódico llamado “El Centinela en Campaña”, cuyo primer número fue fechado el 22 de abril de 1824 en Santiago de Chuco., continuándose sus ediciones el 4 de mayo en Huamachuco hasta que la novena y última salió el 14 de julio en Huariaca, Carás. En Huaraz, por entonces, la imprenta itinerante de Bolívar y Sánchez Carrión publicó “El hurón del Norte”,con no menos inflamado espíritu libertario.
Como el tiraje requerido no podía ser cubierto con la imprenta en campaña, el ejército libertador unido se vio precisado a utilizar la imprenta municipal de Trujillo que se había dado abasto para editar otros periódicos patrióticos comenzando por “La Gaceta” sanmartiniana. La más importante, sin duda, fue “El Nuevo Día del Perú” fundado por Hipólito Unanue con sus colegas médicos José María Falcón y Félix Devotti , a fin de continuar la gesta ideológica liberal, peruanista y separatista del “Mercurio Peruano” y contrarrestar las procacidades y mentiras de “El Desengaño” y “El Triunfo del Callao” del gacetillero español Gaspar Rico y Angulo y otros panfletistas de la misma ralea, posesionados en la fortaleza del Real Felipe.
En esta época polémica y apasionada, nacen y mueren los periódicos de acuerdo al momento político o a problemas personales de su editor: esto es lo que se denominó "La guerra del papel". Al periódico "La Abeja Republicana" y al periodista Faustino Sánchez Carrión, "el Solitario de Sayán", les cabe el honor de haber emprendido en 1822 una de las primeras y más importantes campañas periodísticas de la historia del periodismo en el Perú, al lograr que el nuevo gobierno a implantarse por los Libertadores, fuese el republicano y no el monárquico

"El Peruano" aparece el 13 de mayo de 1826. Sus redactores se encontraban ocultos bajo seudónimos debido al clima polémico de la época.
Este diario es en parte heredero de las viejas "relaciones "y "gacetas" de los orígenes del periodismo peruano, producto de la necesidad de un informante oficial sobre ordenanzas, leyes, decretos, etc.
Quien ordenó la organización de este diario fue el general Simón Bolívar y se le puso por título "El Peruano" por no existir en ese momento ninguna hoja con ese nombre. Durante el período del presidente Gamarra se le cambió el nombre a El Conciliador (1830) y en el período del mariscal Orbegoso se le llamó El Redactor. En 1835 se convirtió en La Gaceta de Gobierno, y bajo la administración de Santa Cruz fue conocido como El Eco del Protectorado.
Podemos afirmar que entre 1811 y 1824 se registraron en nuestro país apariciones de distintas publicaciones periodísticas cuyo contenido ideológico y político fomentaron en sus páginas el debate y la discusión. Era la llamada prensa doctrinal.
Del año 1827 al 39, renace el periodismo político y aparecen nuevos diarios.
El Perú fue uno de los países que sembró el estilo de prensa en Latinoamérica.
En 1839 se inicia una nueva era en el periodismo, no sólo por la aparición de un nuevo tipo de periodismo, sino por la desaparición de los órganos políticos: "El Mercurio" y "El Telégrafo". A partir de éste momento, el diario "El Comercio" empieza su reinado.
La primera edición de "El Comercio" aparece el 4 de mayo de 1839, bajo el lema de "Orden, Libertad, Saber". Desde su aparición, éste tuvo una gran y constante competencia a través de los numerosos periódicos que se editaban en Lima.
En especial este diario marca indudablemente un jalón de la historia del periodismo peruano y coincide con el comienzo de una etapa de la historia del país. Se funda justo en tiempos en que se busca terminar con el caudillismo y cuando es posible editar un periódico que trate de sustraerse a la política cotidiana para procurar el simple negocio editorial.
Años más tarde "El Comercio" es dotado de los más avanzados elementos mecánicos de la época, introduciendo la primera rotativa Marinoni y un moderno taller de estereotipia.
En 1873 aparece por primera vez uno de los diarios más importantes de nuestra historia, "La Opinión Pública", coincidiendo también con una nueva etapa de la vida económica y política del país.

El Perú -pese a que ya habían transcurrido varios quinquenios y, simultáneamente, retahílas de gobiernos- aún padecía los estragos y las secuelas de la post-guerra extendida contra Chile. Esta guerra no sólo había devastado nuestro territorio materialmente, sino que también había causado daños de índole moral. Por ello, los peruanos ±y en especial, los habitantes de la Sierra y de la Selva- guardaban en sí mismos un sentimiento irascible de revolución e impotencia, que en cualquier momento podía reverberar.
EL PERIODSIMO EN EL SIGLO XX
No obstante de la guerra contra Chile, susodicho sentimiento impotente se iba fomentando además con el abuso y los vejámenes perpetrados contra la clase obrera por parte de los acaudalados y caudillos presidenciales. Los obreros vivían oprimidos y, prácticamente, con las manos atadas, constreñidos a trabajar en condiciones vehemencia que las cadenas explotadoras podían suscitar en los obreros. Ergo, se logró un avance: la aceptación de la jornada de las 8 horas de trabajo, pero recién, en el gobierno de Pan Grande´ Billinghurst, empero, sólo para los trabajadores del muelle Dársena del Callao. Luego de luchas y muchas huelgas, el estado para calmar a los trabajadores puso en actividad dos proyectos: El proyecto Manzanilla, y los Seguros de Trabajo.
Con el segundo Gobierno de José Pardo y Barreda se estableció a nivel nacional las ocho horas de déspotas para poder tan siquiera subsistir. Soñaban y fraguaban ya una revolución que los liberase del yugo mandatario.
Así que -no pudiendo reprimir y tolerar más los oprobios- se desata el Movimiento Obrero durante el gobierno de Pardo y Barreda. Eran presididos por Delfín Lévano, quien, a la vez de ser periodista del diario La Protesta, era también sindicalista.
Perpetrándose así una sucesión de huelgas anarco-sindicalistas, en su mayoría, con la
trabajo luego de serias protestas de dos días de paros y enfrentamientos
PUBLICACIONES Y SUS CARACTERÍSTICAS:
Dentro de este contexto ajetreado y enrevesado era inevitable que se divulgue un gran cúmulo de publicaciones, entre las cuales explayaremos las revistas literarias, publicaciones sindicalistas y periódicos o diarios:
- Las revistas literarias reflejaban, por lo general, oposición contra un ente; también velaban por el arte y las Letras, la difusión de la Literatura, Historia, Ciencias y otros conocimientos que se importaban. Tenemos por ejemplo, la revista Colónida (1916), que objetaba contra el hispanismo, proponía extender la mente y renovarla, pues en ésta el pensamiento estaba parametrado; Amigo del Pueblo (1904) dirigida por el indigenista López Albújar, la cual prendía el fogón autóctono; El Ariete (1901), que era el órgano defensor del Partido Liberal Independiente; Mundo Limeño (1907), que publicó los loables ensayos de Mariátegui acerca de la realidad peruana; entre muchas otras.
- Las publicaciones sindicalistas bregaban por la consideración al obrero, el cual era víctima de abusos y explotaciones impunes. Descolla indiscutiblemente, como ya se mencionó, La Protesta, perteneciente a un grupo sindicalista y máximo exponente de la lucha obrera impresa. Tenemos también a las publicaciones: El Obrero Panadero (1916); El Obrero Organizado(1 9 1 7 ); El Obrero Organizado(1 9 1 7 ); El Martillo (1918); entre otras.
- En cuanto a periódicos y diarios tenemos a La Prensa (1903), que defendía los intereses del Partido Demócrata y la oposición radical al civilismo hasta la caída de Billinghurst, era de un gran formato (60 × 45 cm), sobresalían los textos ante los dibujos y publicaba dos ediciones diarias: la de la mañana, que constaba de ocho páginas, y la de la tarde, que constaba de cuatro; La Crónica (1912), que innovó el periodismo con su formato pequeño (tabloide), un suplemento diario, titulares grandes, preferencia por temas sensacionalistas y abundancia de fotografías y caricaturas; La Razón (1919), dedicada a combatir la presidencia de Leguía y a la defensa de los derechos universitarios; La Lucha (1914), que combatía la dictadura del militar Benavides, sin embargo, fue clausurada por ésta, constatando la oprobiosa hegemonía mandataria de aquella época.


El diarismo tiene también etapas muy marcadas en su desarrollo. Sobre todo en la fase de 1903 – 1948. De 1903 a 1919 existe una relación libertad de prensa y los diarios de oposición de derecha tienen un amplio espacio de crítica.
Dentro de ésta época aparece otro diario importante: "La Prensa". Éste era un diario de partido, de estrecha visión y nula objetividad.
Este diario tuvo muchas asperezas, complicaciones y problemas con el gobierno de Leguía. Todo esto debido a que durante la campaña electoral de 1919, fueron
constantes los ataques a Leguía y esto molesto muchísimo a quien iba ser el futuro dictador. Quien poco tiempo después tomara represalias contra el diario y sus redactores. Inclusive la gran molestia que sentía Leguía llegó a tal punto de que su gobierno fuera capaz de tomar por asalto a este periódico y expropiarlo de sus dueños.
Ya en el año 30, con Leguía derrocado, La Prensa fue devuelta a la viuda de su dueño.
Siguiendo cronológicamente, en el año 1912 aparece otro diario que trajo algunas novedades en cuanto a la presentación del diario en sí, pero que no tuvo mucha relevancia como otros. Este es el caso de "La Crónica". Fue fundada por Manuel Moral y apareció el 7 de abril de 1912

La novedad que aportó "La Crónica" al periodismo de su tiempo fue su tamaño "tabloide" y una gran cantidad de grabados y hasta un suplemento diario. Era el advenimiento de "lo ágil" en el ambiente limeño y tuvo regular éxito de ventas. Era un diario que era poco incisivo con respecto a la política y por eso se mantuvo desde su nacimiento un poco con suerte de segundo plano en relación a los "grandes". Jorge Basadre, en su Historia de la República del Perú expresa que "la historia del periodismo peruano es mucho más rica y compleja de lo que han afirmado comentaristas superficiales", y añade, para sustentar la idea anterior, que "en los avisos y en otros rincones despreciados puede el investigador acucioso encontrar datos de valía: movimiento de barcos, cifras estadísticas o del comercio exterior o interior, anuncio de cosas que la gente usaba, compra o venta de esclavos cuando ese tráfico fue viable por su propaganda comercial, etc.".
En el período entre 1948 y 1970, permanecen los diarios El Comercio, La Prensa, La Crónica pero éstos se modernizan, adaptándose a las exigencias de un nuevo y más amplio mercado de lectores, al que les interesa llegar sobre todo, por intereses políticos e ideológicos bien definidos.
En este lapso también aparecen nuevos diarios. Pero estos periódicos no fueron ya producto de arrebatos románticos que podían concretarse con poco dinero y el contrato de una imprenta; sino todo lo contrario, eran ahora necesarios grandes capitales, locales adecuados, una serie de redactores, una infraestructura de distribución, etc. Las necesidades de un público heterogéneo hicieron que estos nuevos periódicos ya no fueran partidarios como sus antecesores, sin que esto implique que no asumieran posiciones políticas en coyunturas determinadas.
Dentro del tipo de periódico tabloide, aparece en el año 1950 "Ultima Hora", con la típica característica de grandes titulares sensacionalistas. En formato igualmente tabloide, pero matutino, y de una líneas más seria, surge en el año 1961 "Expreso". Este diario se convertiría años más tarde en uno de los más controvertidos que han circulado en el Perú. Ha sido sin embargo el más vigoroso diario antiimperialista de nuestra historia.
Son claros los ejemplos de la inclinación que tenían los diarios hacia partidos o principios político-sociales, es el caso de El Diario Marka o el diario P. M. que aparecieron en la década de los setenta ambos fueron muy reconocidos en su época por su inclinación izquierdista y principios socialistas, alcanzaron un alto número en las ventas de ejemplares diarios, pero terminaron en lo mismo: conflictos internos debido a disputas entre el campo periodístico y los intereses sociales o económicos de partidos izquierdistas. Todo cambió a mediados de los años 80, en el gobierno de Alan García, cuando aparece un respetado diario de corte formal que connotaba seriedad, La República, de pensamiento liberal y libre de partidos que influenciaran su contenido. A su vez, surgen también el diario L a Voz (en donde los periodistas buscaban la fórmula para que el contenido de éste sea de interés mayoritario), el semanario Si, fundado por Carlos Maraví, el diario Buenos Días, que tenía la peculiaridad de llevar dos diarios en uno (Diario amanecer´, por el anverso y Monos y monadas´ por el reverso), el diario Gestión, de contenido dedicado a los negocios y economía, el periódico Cambio, dirigido por Yehude Simon.

El periodismo libre alcanzó gran desarrollo, hasta que se produjo la dictadura del General Velasco. El 26 de julio de 1974, su gobierno mediante el uso de la policía ocupa sorpresivamente todos los diarios de Lima: "El Comercio", "La Prensa", "Ojo", "Correo", "Última Hora" y "Afición", apropiándose de éstos e imponiendo nuevos editores.
No fue hasta 1980 que, al retornar a la democracia al Perú, pudo restablecerse en el país la libertad de expresión y devolverse los diarios a sus legítimos dueños.
Precisamente fue la noche del 28 de julio de 1980 el día en el que retornaron los dueños de los periódicos a sus antiguos despachos. Entre ellos podemos encontrar a: Alejandro y Aurelio Miró Quesada en El Comercio, Guillermo Cortez Núñez en Expreso, Enrique Agios en Correo, etc.
La prensa diaria de circulación nacional volvió a la normalidad de la propiedad privada como lo habían hecho antes la radio y la televisión.

EL PERIODISMO PERUANO ENTRE 1980 Y EL 2000

En 1980 el presidente Fernando Belaunde Terry, en su primer acto de gobierno, devolvió al país la libertad de prensa. Fue esta prensa libre y competitiva la que tuvo que transmitir, con inevitable desconcierto inicial, los hechos terroristas protagonizados por Sendero Luminoso que hizo su primera aparición oficial ese mismo año. Así pues, la violencia estalló en un período de democracia y de prensa libre. El periodismo no tuvo una etapa de calma noticiosa para pasar de los moldes impuestos por el gobierno militar hacia la libertad de expresión. Hubo espacios de transición en la TV como los programas Contacto directo de Alfredo Barnechea (canal 4, 1977-1980) o Pulso en canal 5, pero ellos privilegiaron la entrevista y el debate sobre el reportaje, formato periodístico que será el de más impacto en la etapa de la historia peruana que la CVR investiga. Los medios devueltos a sus propietarios tuvieron que aprender a competir con los recién fundados, mientras cubrían sus mayores retos noticiosos: no sólo informar sobre los avances subversivos y la lucha contrasubversiva, sino seguir las pistas de intrincadas redes de narcotráfico, denunciar el crecimiento de la corrupción gubernamental y registrar explosivos motines carcelarios. la prensa tenía un carácter centralista. Difícilmente atendía aquello que ocurría en el interior del país y menos, todavía, lo que sucedía en las zonas más pobres como Ayacucho, donde dieron los primeros actos terroristas. Así pues, el retorno a la democracia significó que lo medios, en especial de la televisión, incluyeran en sus programaciones los programas enlatados internacionales, de tal manera que se continuó con la tendencia del gobierno militar de ocultar las problemáticas y demandas sociales de los más excluidos.


Se crea el Colegio de Periodistas del Perú, el cual llegó a contar con 2,430 periodistas en todo el Perú y 1,380 sólo en Lima.
También se recuerda los sucesos en Uchuraccay en el año 1983, con el asesinato de un grupo de ocho periodistas, miembros de diferentes diarios, y también poco después el de Jaime Ayala Sulca, corresponsal del diario La República´, todos ellos en el contexto de la guerra interna que significó la subversión con Sendero Luminoso´ en Ayacucho.
En el aspecto político, el Sistema Nacional de Comunicación Social, que era un órgano de control sobre los medios en el Perú, se crea en 1981, así como la ARTP, la Agencia Andina, y se da la Ley Antiterrorista, que aplicaba penas graves a aquellos comunicadores que hacían apologías a la subversión.

En los 85 y 90, el periodismo tiende al sensacionalismo y a la violencia, se da la ley para difundir propaganda política en elecciones.
Por otro lado, en los 90s, el periodismo escrito tiene una gran crisis en ventas, puesto que predominaba la TV como medio de comunicación. Para contrarrestar esto y atraer a la gente, los diarios se dedicaron a captar el sensacionalismo y noticias amarillistas´.

La Prensa Chicha
En la década de 1990, el gobierno de Alberto Fujimori y de Vladimiro Montesinos, encabezó una corrupción organizada que alcanzó a todas las instituciones y estamentos de la sociedad. Todo tenía un precio y no se dudó en llegar al asesinato, la tortura o la extorsión para alcanzar nefastas metas. En este turbio ambiente floreció la llamada prensa chicha a cargo de periodistas´ que se enriquecieron gracias al dinero que Montesinos les entregaba, desde el SIN, para que obedecieran ciegamente sus órdenes. T odo esto que se remarcaba en grandes titulares, iba arropado por noticias de la farándula lo más vulgares posibles, y notas policiales y deportivas. Estos diarios tenían nombres pintorescos: EL tío, El Chino, La Chuchi, etc. y su mayor número de lectores corresponde a los sectores socioeconómicos C y D. En el siglo XXI, y más allá del pesimismo de diversas personas sobre el futuro de la prensa escrita, ésta se proyecta con paso firme y tecnología cada vez más sofisticada. Cobran cada vez más importancia instituciones como la Sociedad Interamericana de de Prensa (SIP), el Instituto Internacional de Prensa (IPI), el Grupo de Diarios América y, en nuestro medio, el Consejo de la Prensa Peruana. Su tarea fundamental, obviamente, es defender la libertad de prensa, y también preservar la ética periodística y promover mecanismos de seguridad que protejan la vida de los periodistas, sobre todo en zonas de conflicto bélico.
En esta época se acentuó un aumento notable del sensacionalismo en un sector de la prensa escrita y de televisión. Grandes titulares, páginas enteras dedicadas a casos policiales, muchos minutos de la TV dedicados a episodios violentos, y con frecuencia sangrientos, se hicieron ya habituales a pesar de las protestas de parlamentarios, dirigentes de la Iglesia, medios de comunicación, Colegios de abogados.
En julio de 1988 los periodistas se vieron obligados a olvidar diferencias para organizar una gran marcha de protesta por las continuas agresiones policiales a los reporteros, problema que no puedo ser resuelto pese a las disculpas y promesas del gobierno.
Alberto Fujimori al asumir el cargo de Presidente el 28 de julio de 1990 aseguró enfáticamente que respetaría y promovería la más amplia libertad de prensa, tal como lo hicieron sus antecesores en el cargo. Y, al igual que ellos, no sólo consintió severos desequilibrios sino que dio pasos en contrario, a favor del recorte del derecho a la libertad de expresión.
Al iniciarse la última década del siglo, la crisis que sacudía a la sociedad peruana hacía aparentemente hostil el oficio de comunicador social. Sin embargo, miles de jóvenes demandaban más vacantes para estudiar y desarrollarse como bueno comunicadores.
Ser periodista significará enfrentar retos probablemente mayores a los descritos y sobre los que no tenemos experiencia ni respuesta.
Después de que gracias a la exhibición de los videos que ponían en evidencia la corrupción que se había tejido dentro del gobierno de Alberto Fujimori, podemos afirmar que la prensa jugó un papel preponderante, sobre todo Canal N; puesto que los demás canales de televisión y noticieros gozaban de poca credibilidad debido a que habían estado sometidos a los mandatos de Montesinos.
En el gobierno de transición se estabilizaron un poco más la cosas y en el lapso del presidente Alejandro Toledo se dieron una serie de cambios en los dirigentes de los canales, en la programación en general, y se trató de limpiar a la televisión de aquellos rezagos de corrupción que evidentemente quedan en el país.


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