JAVIER DÍAZ NOCI Profesor de Periodismo.
Universidad del País Vasco
1. INTRODUCCIÓN
En la preceptiva periodística parece estar
claro que los textos periodísticos, grosso modo, se dividen en
textos de información y textos de opinión y que, por tanto, existen dos
tradiciones que tienen una marcada influencia en el surgimiento y la consolidación
de los géneros periodísticos: la latina y la anglosajona. A la primera
corresponderían géneros más marcadamente opinativos o que, como la crónica,
mezclan información y opinión en dosis variables, y a la segunda, que parte de
una separación más tajante, al menos en teoría, de ambos conceptos (que
desembocan en los macrogéneros angloamericanos del story y el commentI),
la noticia (también en el origen del periodismo europeo, y no otra cosa
ofrecían las gacetas del siglo XVII) y los mucho más tardíos géneros
interpretativos (el reportaje y la entrevista), que se "inventaron"
en los Estados Unidos en el siglo XIX.
Como ocurre con la famosa regla de las
cinco w's, en realidad tendríamos que hablar más bien y en todo caso de una
"reinvención", porque las técnicas que se emplean tanto en el
reportaje como en la entrevista eran ya conocidas de antiguo. Otros textos y
géneros europeos han utilizado recursos retóricos similares. Sin ir más lejos,
y por circunscribirnos al verso, los romances y baladas que se producen durante
toda la Edad Media en la mayoría de las lenguas europeas. Hasta en una lengua
siempre en permanente peligro de desaparición y con tan reducido número de
hablantes como el vascuence existen conspicuos ejemplos de utilización de
técnicas en los siglos XIII y XIV como las que luego "fabrican" (sin
darse cuenta de que en realidad "redescubren") Tom Wolfe y el resto
de los adalides del New Journalism. La construcción por escenas, la
utilización del diálogo, el cambio de punto de vista por escenas, el subrayado
de diversos detalles con valor simbólico o informativo se hallan en, por citar
sólo un ejemplo que nos resulta especialmente caro, el Cantar de
Bereterretche (Bereterretchen khantoria), una balada vasca que
relata la crónica de la anunciada muerte del protagonista en una lejana Semana
Santa del siglo XIV (Díaz Noci, 1995:192-196)II.
Como recuerda Leonor Arfuch (1995: 31), en
sentido lato "toda enunciación es dialógica", porque
"supone siempre un interlocutor". No obstante, parece claro que
existen, dentro de los géneros discursivos, unos que dan aún más importancia a
la reproducción del diálogo. Uno de los más típicos es la entrevista
periodística. Se trata, por lo tanto, más de un recurso retórico, de
construcción discursiva, que un valor universal e inmutable más propio de la
filosofía. Aunque ambas, Filosofía y Retórica (y la redacción periodística no
es, según nuestro modesto entender, sino una retórica especial) estén
íntimamente relacionadas, y no es ocioso recordar que Aristóteles así lo explicaba:
la Retórica no es sino la ciencia auxiliar de la Filosofía, ya que si ésta es
la ciencia o el quehacer humano encargado de hallar la verdad, aquélla es la
técnica o el arte (en este caso, como lo eran en las antiguas Grecia y Roma de
cuyas tekhne y ars vienen
nuestras palabras, estrictamente sinónimos) de ayudar a explicar la verdad. El
texto es siempre una construcción; el modo de contar y los recursos que para
ello se emplean, lejos de ser algo "natural", que los propios hechos
(en este caso, la actualidad noticiosa) imponen, es siempre una elección más o
menos arbitraria.
Eso es igualmente aplicable a géneros como
los dialógicos (la entrevista periodística, por ejemplo), que se pueden
"vender" como la mera reproducción de una conversación "natural".
Nada más elaborado, en cambio, que una entrevista. Lo explica claramente Amparo
Tusón (1997:17): "tanto el pretender "hablar como un libro" o
"escribir como se habla" son posiciones que "no representan más
que una vana ilusión". Mientras la conversación cara a cara tiene
lugar en un tiempo y espacio determinados, comunes a los interlocutores, la
conversación escrita separa a quien ha hecho el texto (y quien ha realizado las
declaraciones) y el lector, que por tanto no comparten un mismo contexto físico.
La prosodia oral se pierde, y también los rasgos paralingüísticos y
extralingüísticos: elementos cinésicos (gestos) y proxémicos (disposición de
los cuerpos en el espacio). "El código escrito", añade
Amparo Tusón (ibíd.: 27), "está sujeto a una fuerte intervención
social" en forma de normas.
Citemos algunos ejemplos más cercanos a
nosotros, al menos geográficamente. Séannos lícitas estas referencias a una
tradición como la vasca que conocemos bien y que, en cambio, es completamente
ignota no sólo para el resto de los habitantes de España, sino para buena parte
de los vascos. Es curioso que en culturas supuestamente basadas sobre todo en
la oralidad, e incluso sin una variedad lingüística unificada hasta bien
entrado el siglo XX como la vasca (y por tanto con una tradición literaria
escasa y fragmentada dialectalmente), la entrevista sea un género muy tardío.
En concreto, la primera entrevista publicada en vascuence apareció en el
semanario donostiarra Argia el 15 de marzo de 1925 y se la
hizo el periodista Víctor de Garitaonandía al famoso boxeador Paulino Uzkudun
(Díaz Noci (1995: 126-127). Recordemos que ya entonces existe la radio (una de
las primeras emisoras de España es Radio San Sebastián, que emitió por primera
vez ese mismo año de 1925), y que la entrevista no es un género que se prodigue
en exceso en los orígenes. Incluso un fenómeno a menudo tan ligado a la
información como el del bertsolarismo o repentización de
versos, que a menudo se presenta como ancestral, cuyo origen se pierde, que
dirían los cursis, en la noche de los tiempos, y supuestamente consustancial al
espíritu del pueblo, comienza en época estrictamente contemporánea, a partir de
la Guerra de la Convención (1792) para ser más exactos.
Todo esto no quiere decir que el origen de
buena parte de la literatura y sus géneros (y también del periodismo y los
suyos, sobre todo si entendemos el término "literatura" sensu
lato y no sólo como sinónimo de "literatura de creación")
sea oral. El propio origen del cuento, de la novela, de la narración en
general, y también de buena parte de la poesía, lo es. Como dice Javier E. Díaz
Vera (1999: ix), traductor de una de las sagas islandesas, "en
estas obras se busca sobre todo dar forma escrita a una tradición oral".
El periodismo, que también es oral en origen, se vuelve luego escrito sobre
todo a partir de la imprenta y su posibilidad de divulgación masiva, y son
estas formas escritas (de origen si se quiere oral) las que de nuevo devienen
bien orales, bien, a través de una elaboración retórica, dialógicas. Pero
delatan su inmediato origen escrito: el ejemplo más palpable son las noticias
de radio y televisión, que, como resultará obvio no sólo a los profesionales y
estudiosos del periodismo sino también a cualquier radioyente o telespectador,
muy a menudo (por no decir siempre) se leen porque han sido fabricadas, sin
traza alguna de improvisación, por escrito.
Otro tanto puede decirse de otro género de
origen aún más oral, si se quiere. Como todo género dialógico, la entrevista es
bastante más que la mera transcripción de una conversación. Eso es notorio,
sobre todo, en los géneros dialógicos escritos para ser leídos y no
representados, aunque en estos, por supuesto, también haya artificio: es
conocida la discusión acerca de Celestina (¿es una novela o
una obra de teatro?), en la que la balanza se inclina del lado de los críticos
que consideran que es una obra pensada para ser leída por un público culto. Su
extensión rebasa evidentemente lo razonablemente representable. Los géneros
dialógicos e incluso aquellos en que se incorpora la voz de los personajes,
como todos los géneros por otra parte pero en contra de lo que más de uno
pudiera suponer, son una convención, fruto de un refinado proceso de
elaboración, que a su vez exige del receptor estar familiarizado con
determinadas técnicas. De ahí que los géneros dialógicos estuviesen en un
principio, salvo que se destinasen a la representación oral pública como el
teatro, destinados a elites cultivadas y desde luego letradas.
Como han recordado diversos autores (entre
ellos Cantavella, 1999: 67), las primeras entrevistas en Europa (y en España)
se publicaron en 1880. En Estados Unidos se produjeron ya a mediados del siglo
XIX, aunque la primera conocida la publicó James Gordon Bennet Jr. en el New
York Herald en 1836 (Martínez Vallvey, 1995: 72; Sylvester, 1997: 26).
En cuanto al reportaje periodístico, en principio fue un género propio de las
revistas gráficas o magazines: Life, Look, Time, Paris Match...
También apareció -y se forjó- en algunas revistas científicas (National
Geographic Magazine, por ejemplo). En esa corriente de los newsmagazines la
publicación paradigmática es Time. Tanto es así, que muchas veces
en Estados Unidos se denomina al estilo propio del reportaje interpretativoTimestyle. Time surgió
en 1923, de la mano de Luce y Hadden. Un año antes, en 1922, en un folleto
previo decían lo siguiente: "Time recogerá las noticias más
destacadas que aparezcan en la mayoría de los diarios y periódicos importantes
del mundo, aquellas que tengan un interés general. Serán un centenar de
artículos, y cada uno constará de unas 400 palabras. Cada texto estará situado
en un determinado lugar de la revista, dispuestos y ordenados según un método
predefinido". Por tanto, concedían gran importancia a la organización
de la información. La concisión y la objetividad eran otros dos pilares. En
definitiva, detrás de esa mentalidad se halla el liberalismo: "Tener
bien informado al hombre", ése era su objetivo. Había que
presentar datos, no opiniones (al principio, Time no publicaba
editoriales), aunque pronto los propios impulsores de la revista se vieron
obligados a confesar que "como bien saben los periodistas, sin
embargo, la neutralidad total sobre las noticias de gran importancia y notorio
interés público es imposible, y aceptan que existen determinados juicios
previos que condicionan el modo en que se presentan las noticias". Por
tanto, la objetividad liberalista del principio dio paso al concepto de
interpretación. Aunque el reportaje en sí es bastante anterior, en realidad es
en 1923 cuando se acuña el concepto de interpretative reporting.
Ambos, entrevista y reportaje, que
habitualmente solemos catalogar entre los géneros periodísticos
interpretativos, son de origen claramente anglosajón. ¿Carecen ambos géneros de
precedentes históricos? ¿Inventan una técnica completamente nueva o incorporan
recursos ya empleados en otros géneros, si no periodísticos, sí al menos
literarios? Cabe pensar que no, que reportaje y entrevista se basan en modelos
y técnicas preexistentes, y que esos modelos y técnicas hay que buscarlas sobre
todo -aunque no únicamente- en la tradición más que anglosajona, y por ser algo
más amplios, en la tradición literaria de las lenguas germánicas (entre las
que, con sus muchas particularidades latinizantes, la mayoría adquiridas a
partir del siglo XII y del dominio normando de las Islas Británicas, hay que
incluir al inglés). Se ha hablado bastante, aunque nunca suficientemente pues
el campo es inagotable, de las fuentes clásicas grecorromanas. Nosotros
hablaremos de la otra tradición europea, que por supuesto no se produce
aisladamente de la otra y algo debe a la cultura grecolatina, sobre todo a
través de un influjo tan poderoso como el de la Iglesia católica, capaz de
llegar a confines tan remotos del mundo (en realidad, en aquel entonces el
verdadero Finis Terræ) como Islandia, la Ultima Thule.
Naturalmente, una indagación exhaustiva de todos esos orígenes históricos
supondría un esfuerzo ímprobo, que, aun en el supuesto caso de que pudiese
hacerse, rebasaría ampliamente estas breves páginas. Aquí lo que se pretende es
algo bastante más modesto: fijar nuestra atención en unos cuantos textos de esa
tradición literaria de las lenguas germánicas en cuya redacción se emplearon
técnicas que hoy nos resultan significativamente familiares en reportajes y
entrevistas.
En concreto, esta breve investigación se
detendrá, por separado, en las sagas islandesas, relatos veraces en los que
siempre se utiliza la narración tercera persona y las declaraciones de
personajes en pos de una mayor "objetividad"; en los reports judiciales
del mundo jurídico de la Common Law, que ya algunos autores han
señalado como precedentes de algunas técnicas que luego se desarrollan en los
géneros periodísticos interpretativos, en concreto el reportaje (que toma su
nombre de ese género judicial), tradición que claramente se contrapone a la
latina, cuyas sentencias se caracterizan precisamente por pertenecer más al
género argumentativo (emparentado con los géneros periodísticos de opinión;
véase, por ejemplo, nuestros dos primeros capítulos en Armañanzas y Díaz Noci,
1997) que al informativo-interpretativo (desde el punto de vista técnico, al
menos; la teoría jurídica es otra cosa y en este momento no nos incumbe); y,
finalmente, nos fijaremos en las Conversations with Ben Jonson de
William Drummond (1619), como antecedente directo de la entrevista. No sin
cierta paradoja, porque el "entrevistado" Ben Jonson, contemporáneo y
amigo de William Shakespeare, fue el primer escritor que se ocupó en dos de sus
obras (la mascarada News from the New World discover'd in the Moon y
la comedia The Staple of News) de zumbar la badana a los primeros
periodistas europeos, a quienes no parecía tener en muy alta estima y cuyo
estilo criticó abiertamente por creerlo falto de objetividad y peligroso en la
formación de la opinión pública.
Buena parte del material utilizado para
este texto se obtuvo durante nuestra estancia durante el curso 1998-1999 como
profesor invitado de la Universidad de Oxford, becado por la Sociedad de
Estudios Vascos. Durante esta estancia en tierras inglesas también aprovechamos
para desplazarnos por unos días, en abril de 1999, a Islandia y visitar la
Biblioteca Nacional y Universitaria (Landsbókasafn Íslands-Háskólabókasafn) y
el Instituto Árni Magnússon (Stofnun Árna Magnússonar á Íslandi) de
Reykjavík.
2. ANTECEDENTES DE LA TÉCNICA DEL
REPORTAJE: LAS SAGAS ISLANDESAS
Se ha citado a menudo a determinados
clásicos grecorromanos como antecedentes del periodismo (en realidad,
historiadores todos ellos). Así, en la primera tesis sobre periodismo de que
tenemos noticia, la presentada por Tobias Peucer en 1696 en la Universidad de
Leipzig, se citan varios modelos entre los que destaca Luciano de Samosata,
novelista e historiador y el primero que explícitamente se esfuerza en separar
los relatos sobre hechos verídicos de los relatos de ficción.
Ya en la Europa medieval, más que los
latinos los islandeses, y todos los escandinavos en general, eran reputados
historiadores (o cronistas, si se prefiere). Por citar sólo dos ejemplos, ahí
está laHeimskringla del islandés Snorri Sturluson o la Gesta
Danorum del danés Saxo Gramático, de la que Shakespeare tomó la
historia del Hamlet (Amloði)III. Las sagas islandesas, escritas
sobre todo entre los siglos XIII y XV, han sido a menudo consideradas
monumentos literarios de excepcional valor histórico y, sobre todo, literario,
de elevada originalidad sin parangón en todo el mundo occidentalIV.
Jorge Luis Borges fue uno de los primeros escritores de lengua española que
pusieron de manifiesto el valor de este género cuyo "estilo es
breve, claro, casi oral", sin que haya"análisis de los
caracteres, los personajes se muestran en los actos y en las obras",
en las que "el autor no comenta lo que refiere".
Características que, por cierto, hoy en día se siguen predicando de los textos
periodísticos informativos e interpretativos, sobre todo del reportaje. "Este
procedimiento", concluía Borges, "da a las sagas un
carácter dramático y prefigura la técnica del cinematógrafo (…). El [realismo]
de las sagas corresponde a la observación imparcial" (Borges y
Vázquez, 1980: 87).
Según una opinión hoy día muy cuestionada,
Borges asegura categóricamente que "este arte comenzó siendo
oral", como lo demuestra el hecho de que el término islandés saga esté
relacionado con el alemán sagen y el inglés say,
"decir". Sin embargo, las características antes enunciadas (estar
escritas en una prosa cercana al estilo oral, prescindir de todo lo que no sea
una caracterización objetiva de los personajes y estar basadas en hechos y
personajes reales), lejos de ser "naturales" son fruto de una
depurada técnica, tan depurada que se nos convierte en casi transparente, de la
misma manera que se dice que en fútbol el mejor árbitro es el que pasa
desapercibido, pero por supuesto existe y dirige el partido. Volviendo a la
supuesta oralidad de las sagas, la mayoría de los estudiosos actuales considera
que "aunque con toda seguridad existen breves historias, anécdotas
y datos diversos tomados de la tradición oral, el proceso de redacción de las
sagas se entiende hoy más bien como un auténtico proceso de creación" (Bernárdez,
1988: III). En similares términos se expresa Jónas Kristjánsson (1988:
203-204). Enrique Bernárdez añade que, siendo "una creación
escrita típicamente medieval", los autores de las sagas construyen una "estructura
narrativa de nuevo cuño", a base de episodios, "no
siempre enlazados de forma evidente", en la que incluso se utilizan
técnicas de flash back y flash forward, tramas
paralelas e interrupciones para presentarnos el trasfondo histórico. Que las
sagas no son la mera puesta por escrito de una tradición oral previa lo
demuestra, precisamente, el hecho de que estén escritas -al contrario que los
romances y baladas históricos del Continente europeo de los mismos siglos- en
prosa, es decir, sin emplear ese procedimiento mnemotécnico que es la rima. Las
sagas, por tanto, estaban hechas para ser leídas en silencio o, más
seguramente, de viva voz.
El hecho de que se basen en hechos y
personajes reales no quiere decir que tengan un propósito histórico, de
levantar acta de acontecimientos pasados: son, como recalca María Pilar
Fernández Álvarez (1999: 58), "ante todo obras de ficción".
Puesto que el acento no debe ser puesto en su mayor o menor cercanía a la
realidad, sino en la técnica realista empleada, la mayoría de los estudiosos de
este género literario escandinavo dedica numerosas páginas a glosar el estilo.
La "objetividad" de las mismas es lo primero que se pone de manifiesto.
Los personajes rara vez son introducidos a
través de una explicación del narrador. Éste cuenta siempre los hechos en
tercera persona, sin digresiones psicológicas: narra lo que ve, lo que hace o
dice un personaje o lo que los testigos del evento le han contado. Esta
característica, que se da en casi todos los tipos de saga (aquí nos referimos
sobre todo a las íslendinga sögur o sagas de los islandeses),
se acentúa en las llamadas samtíðarsögur o sagas
contemporáneas, en que los autores han sido testigos de los hechos que narran,
aunque sea en detrimento de la mayor elaboración formal que ostentan otras
sagas. Si se acepta (Kristjánsson, 1988: 208) que la saga, aunque un género del
todo escrito, toma elementos de tradiciones orales preexistentes, se
comprenderá la importancia de esta técnica. Dejemos que lo explique el profesor
Kristjánsson con sus propias palabras:
In consequence everything had to be seen through the
eyes of witnesses, heard through the ears of people present at the scene. This
appears to be obvious where reports of contemporary events are at issue, but
the method was transferred and applied to the reporting of past events as well.
And gradually the method becomes so engrained that the way of telling a story
is the same whether a traditional oral report actually lies behind the account
or not.
Significativamente, Jónas Kristjánsson utiliza las palabras report y reporting, que entonces tenían un
significado más amplio y hoy se utilizan sobre todo para denominar la técnica
periodística interpretativa del reportaje. No es de extrañar que esto fuese así
precisamente en un pueblo de tan fuerte y original tradición jurídica como
Islandia, ya que el report es un género que debe su idiosincrasia en buena medida a un determinado
género jurídico del que la tradición latina carece, como veremos en el
siguiente epígrafe. El de las sagas es, por tanto, un estilo
"objetivo", cuyos personajes se caracterizan por su humanidad, y por
tanto están sujetos a contradicciones. Al contrario de lo que sucede en otros
géneros literarios europeos del Medievo, en el que los personajes son más bien
"moldes", compendios de virtudes o defectos. Ni siquiera esa
contradictoria humanidad se produce en lo que se supone es uno de los modelos
de la saga islandesa, la historiografía latina. Los historiadores romanos rara
vez aplican un cambio o una evolución en la personalidad de sus biografiados
(Kristjánsson, 1988: 211).
En cuanto a la lengua, Bernárdez la
califica de "estilo conversacional", cercano a lo
coloquial y, por eso mismo y aunque parezca una paradoja, con un rasgo de
modernidad, "la alternancia de estilo directo e indirecto".
Se combinan asimismo los tiempos verbales en presente y en pasado. Se prefiere
la yuxtaposición a la subordinación; los adjetivos apenas se utilizan. "Aunque
el lenguaje pueda aparecer a primera vista sencillo (ausencia de subordinación,
expresiones coloquiales, concisión y sobriedad), la estructura interna está muy
lejos de serlo", recalca Fernández Álvarez, "complejidad
estructural [que] coincide con el nacimiento de un público lector" (Fernández
Álvarez, 1999: 59). En realidad, los propios islandeses rechazan que la lengua
de las sagas sea totalmente oral o coloquial, aunque no esté muy distante del
idioma que emplean cotidianamente. Lo cierto es que a medida que el latín, a
través de los libros eclesiásticos sobre todo, afectaba al lenguaje culto (el
del Derecho, por ejemplo), hasta desarrollar lo que se denomina un
"lenguaje libresco", la reacción a la hora de elaborar géneros literarios
propios para consumo popular fue exactamente la contraria, es decir, buscar un
modo de expresión puramente nativo. A ello contribuyó sin duda la reducida
población de la isla y su aislamiento del Continente.
Otro rasgo particularmente interesante del
lenguaje de las sagas es el uso del diálogo. Por supuesto, esta técnica no fue
ni inventada ni utilizada exclusivamente por los islandeses, aunque sí fueron
ellos los que en aquel lejano tiempo más comúnmente la usaron. Se trata,
nuevamente, por más "natural" que parezca, de una técnica muy
depurada, que surge relativamente tarde. En las sagas más antiguas, como la Guðmundar
saga dýra, hay muy poco diálogo. No será hasta mucho más tarde, en las íslendinga
sögur, cuando se extienda esta técnica. Se basa, como ha puesto de
manifiesto el profesor Kristjánsson (1988: 213-214) en las vidas latinas de
santos, aunque la técnica dialógica la desarrollan los islandeses de forma
desconocida hasta entonces. Su teoría es que "as
soon as something has happened, people fashion it into an anecdote or report,
often with a memorable remark or speech at the centre of it. With each
re-telling, that utterance is improved, made still more forceful or
mordant".
A pesar de su originalidad, los autores de
las sagas islandesas en realidad desarrollan algunas técnicas que ya existían
en otros géneros de la tradición escrita latina, como la historiografía y la
hagiografía. No en vano las sagas se producen después de la conversión de
Islandia al cristianismo, en torno al año 1000. Las sagas no existían en la
Noruega del siglo IX, de la que parten los primeros colonos que ocupan
Islandia, pertenecientes en su mayoría a la nobleza. Su mérito es redactar este
nuevo género en su propia lengua, tomando por tanto como modelo primordial la
lengua hablada, contribuyendo así, de paso, a su unidad y gramaticalización,
tal como se hizo en latín (Kristjánsson, 1988: 212), y aplicar esas técnicas a
relatos literarios que toman como materia prima la realidad. En realidad, no
otra cosa pretenden hacer -a estas alturas del texto el lector ya se habrá
percatado de la sorprendente similitud entre ambos géneros- los reportajes
periodísticos.
3. LA INFLUENCIA DE LA RETÓRICA JUDICIAL
DE COMMON LAW EN LAS FORMAS INFORMATIVAS DIALÓGICAS
La influencia de la retórica judicial en
los géneros dialógicos, incluso en la literatura de creación, es antigua y se
halla fijada sustancialmente, al menos en lo formal, ya en la Edad Media. De
las funciones de la Retórica clásica, que la Iglesia (San Agustín tiene algo
que ver en ello) difunde tras la caída del Imperio romano, los géneros
dialógicos se utilizan para docere. Su intención es, por tanto, más
bien didáctica. Se reconocían a su vez tres técnicas dialógicas: la
pregunta-respuesta o método catequético, el debate o intercambio de argumentos
entre interlocutores "y una conversación que expone un tópico
concreto tratando de aclarar sus pormenores" (Sola, 1988: 60).
Aunque las tres técnicas aparezcan aún hoy en día en la entrevista
periodística, la primera es la que predomina.
Este género literario, del que hay
ejemplos en toda Europa, fue muy popular en los siglos XII y XIII, era conocido
por los nombres de altercatio, debat, estrif o disputa y
hundía sus raíces en algunos poetas latinos tardíos, como Teócrito y Virgilio.
A este género se adscriben, por ejemplo, en la Península Ibérica La
disputa de l'ase de Anselm Turmeda, y en Inglaterra The Owl
and the Nightingale, del siglo XIII. Ambas, y esto es sumamente importante,
están escritas en vernáculo y no en latín, por lo que "la
perspectiva convencional mejora, dada la vitalidad, imaginación y sentido del
humor que el coloquialismo de la lengua aporta", dice Ricardo Sola del
poema inglés (pero creemos que puede aplicarse a otras producciones similares
escritas en las diferentes lenguas de Europa). Y añade que así se "crea
un nuevo estilo utilizando el habla de cada día, y poniendo el énfasis en la
actualidad del tema, aportando un pensado realismo en la referencia a escenas
comunes de la época" (Sola, 1988: 61). Seguro que si lo
aplicásemos a la entrevista periodística las palabras empleadas serían
exactamente las mismas.
Hay algo todavía más significativo, y es
lo que nos permite afirmar que existe una continuidad entre una tradición
literaria propia, aunque con antecedentes latinos, que también existe en el
resto de Europa, y la entrevista que se produce en el mundo de habla inglesa a
través de un trasfondo jurídico, de una tradición legal propia que, dejando
aparte lo material, formalmente está muy alejada de lo que se hacía en el
Continente. Ricardo Sola lo pone de manifiesto refiriéndose de nuevo a The
Owl and the Nightingale, ya que, en su opinión, "uno de los
rasgos más llamativos del poema es el trasfondo legal que subyace y que era
característico del género en lengua vernácula (…) en definitiva un esquema bien
delineado, con un cuidadoso equilibrio entre el aspecto alegórico y el elemento
narrativo" (Sola, 1988: 60). Eso es precisamente lo que distingue
a la tradición literaria inglesa de otras de raíz latina: su querencia, incluso
cuando se habla de lo más abstracto, complicado o elevado, de lo más técnico y
elitista, por lo real y cotidiano. "My mistress, when she walks, treads on the ground", que dijo Shakespeare en uno de sus sonetos. Incluso el Derecho, que
en el resto de Europa sigue los patrones latinos primero y más tarde franceses,
tras las codificaciones napoleónicas, es en el mundo de habla inglesa
tremendamente práctico, empírico y apegado al suelo firme.
El uso de la propia lengua para todo tipo
de usos, cultos o no, explica en buena medida todo lo que estamos exponiendo.
El estilo se hace deliberadamente accesible a capas amplias de la población, al
pueblo llano si se quiere. Un siglo y medio antes de que Martín Lutero sentase
las bases del alemán moderno al traducir la Biblia, John Wyclif vierte en
Oxford las Sagradas Escrituras a su idioma inglés. "Wyclif (…)
elige un estilo simple, sencillo, de frases cortas y directas, eliminando
adjetivaciones innecesarias y sutilezas lógicas", asegura Ricardo Sola
(1988: 80). Y, de nuevo, esas y no otras características son las que desde que
se ha enseñado a escribir con correcta prosa periodística (y no hace falta
recordar que los primeros manuales acerca del newswriting están
escritos en lengua inglesa) se postulan como inherentes a la retórica del arte,
u oficio, qué más da, del profesional de la información.
Por tanto, existe la técnica del reportaje
antes incluso de que la palabra exista (al menos en castellano) o se use con la
acepción actual: report, vocablo que se emplea en inglés, significa
tanto nuestro "reportaje" como "informe burocrático
referentes a infracciones administrativas o judiciales", que es
exactamente la acepción que tiene la palabra catalana report, de la
que proviene a su vez la antigua española "reporte", que adquiere más
bien la acepción de "cuento, chisme", según el
diccionario de la Real Academia Española de la Lengua de 1817. Incluso en
inglés, idioma en que reportse documenta, con el significado de "informe
judicial" y también de "chisme", ya en
Chaucer en 1386, adquiere el significado con el que hoy lo conocemos en los
medios de comunicación en fecha tan tardía como 1869, aunque reporter (que
es también y sobre todo un "informante" en general,
e "informante judicial" en particular) se documenta
con el sentido actual de reportero en 1797, como título de periódico, y un año
después para designar a la persona encargada de buscar y elaborar informaciones
periodísticas. Es más, durante un tiempo, seguramente para evitar anfibologías,
se reservan report y reporter para el mundo
judicial y se prefiere el galicismo reportage (que, por otra
parte, ya se había utilizado y en 1608 caído en desuso para nombrar los
informes judiciales) para lo que hoy denominamos en español y por supuesto a
través del francés así, "reportaje". Esta palabra, como las otras
formas que examinamos, provienen del latín portare,
"portear" o "transportar", a la que se añade el prefijo re-. "Reportaje"
no se usa en español (o, al menos, no se admite), con el actual significado de "información
periodística" hasta bien entrado el siglo XX: se recoge en elGlosario
de afronegrismos de Fernando Ortiz (La Habana, 1924) como galicismo,
del francés reportage, documentado por primera vez en 1907, y éste
del inglés report, y volvemos así al punto de origen del vocablo.
"Reportero" (traducción del inglés reporter) no se recoge
en un diccionario de la RAE hasta 1936 (datos tomados del Diccionario
crítico etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas).
Si el origen de la palabra
"reportaje" parece judicial, es de suponer que el del propio género
periodístico también hunda sus raíces, al menos técnicamente, en el report jurídico.
Eso es aún del todo palpable en el sistema jurídico de la Common Law,
que se crea en la Edad Media y que, al contrario que la tradición jurídica
continental (basada en la ley escrita y que se reformula a partir de las
reformas napoleónicas), ha permanecido sin variaciones apreciables en su
estructura hasta nuestros días. En efecto, en el sistema anglosajón la ley no
remite a un conjunto de normas codificadas y escritas, sino que son aquellas
pautas que se infieren de las decisiones judiciales. Los jueces no emiten
"sentencias" como en nuestro sistema, sino decisiones que otros
miembros de la profesión jurídica ponen por escrito: son los llamados reports,
y quienes los redactan, se habrá ya adivinado, son los reporters.
En Inglaterra, por ejemplo, la law
reporting o publicación de los precedentes se remonta a 1282. El
género queda establecido en la segunda época, entre 1573 y 1863, que es cuando
comienzan los repertorios privados de recopilaciones: un resumen (una
"entradilla") encabeza el report, seguido de los alegatos,
en estilo directo generalmente, de las partes, para acabar con la conclusión
del juez. Las declaraciones de los testigos se incluyen igualmente. El texto no
es único (el de las sentencias continentales, en cambio, sí lo es, es el texto
que sale de la mano del juez o tribunal correspondiente): puede haber varios reports de
un mismo caso, ya que varias empresas privadas compiten entre sí por vender las
recopilaciones, y no se pretende abarcarlo todo, sólo lo más sustancial.
Cualquiera que haya tenido la oportunidad de comparar un report de
cualquier jurisdicción de la Common Law y una sentencia de
cualquier país (incluido España) que siguen el sistema latino o continental
comprobará la enorme diferencia retórica que separa a uno y otro texto: el
primero, a pesar de pertenecer al registro culto, no se detiene en tecnicismos
innecesarios, se dedica más a relatar los hechos concretos -que, se supone, han
de hablar por sí solos- y menos las normas abstractas, incluye pasajes
narrativos y dialógicos, y en general está redactado de manera más clara,
concisa, resumida e inteligible. La parte central es "una relación
completa del caso propiamente dicho, en la que se narran todos los hechos y
pormenores de las actuaciones necesarias para entender el sentido de la decisión
del tribunal" (Iturralde, 1995: 187). De ahí que existiese, y
exista, en el mundo anglosajón una tradición culta, pero no necesariamente
tecnicista, ducha en la relación de hechos pormenorizados y en la utilización
de técnicas retóricas apropiadas, que luego se aprovecha en el periodismo.
4. LA PRIMERA "ENTREVISTA"
INGLESA
Si un género periodístico se ha ganado
como ninguno la fama de ser cercano al lector, oyente o espectador (según el
medio sea impreso o audiovisual), tanto en temática como sobre todo en estilo y
lengua, ésta es la entrevista. No conviene, sin embargo, perder de vista dos
datos: a pesar de ser de origen oral, en principio una "conversación
transcrita" (aunque un tipo muy especial de conversación, en la cual generalmente
los interlocutores no desempeñan el mismo papel ni tienen igual importancia) es
un género que nace para la prensa, es decir, codificado y escrito. Y es,
además, uno de los más tardíos. El periodismo se llevaba practicando como tal
al menos desde principios del siglo XVII y se conocían la crítica, el
comentario, el ensayo, el artículo, incluso el editorial, dentro de los géneros
de opinión, y la noticia y el reportaje dentro de los informativos, cuando
apareció la entrevista.
Como ya se ha apuntado, parece que la
primera entrevista periodística que puede ser claramente definida como tal fue
publicada en los Estados Unidos en 1836. Hacia 1890 el género está claramente
definido y es reconocido públicamente en Estados Unidos (en Europa habrá que
esperar hasta bien entrado el siglo XX, para que, especialmente tras la Primera
Guerra Mundial y por influencia de los modelos estadounidenses, tome carta de
naturaleza), como lo demuestra el artículo que ese año, bajo el título de
"El arte de la entrevista", publica Frank A. Burr en la Lippincott's
Magazine(Sylvester, 1997: 28). Sin embargo, varios autores se refieren a
antecedentes de la literatura inglesa bastante anterior que merece la pena
tener en cuenta. Por ejemplo, el ensayista inglés James Boswell, quien a
finales del siglo XVIII escribió la Vida del doctor Samuel Johnson,
en la que introduce pasajes de conversaciones mantenidas con él. En realidad,
como luego veremos, existe al menos otro texto que puede ser considerado más
bien un prototipo de entrevista, aunque no se edite en un periódico (éstos no
surgirán en Inglaterra hasta años más tarde), porque reúne buena parte de las
características que hoy definen la entrevista periodística. Nos referimos a las Conversations que
William Drummond, de Hawthornden, mantuvo con el dramaturgo Ben Jonson en 1619.
Por supuesto, no se emplea la palabra
"entrevista" o, en inglés, interview.
"Entrevista" es en español, como ocurre con "reportaje" o
incluso con su precedente "reporte", una palabra relativamente
reciente. Por supuesto lo es con su acepción actual de "género
periodístico dialogado", que sólo se impone después de los años 20-30
de este siglo, y aún así conviviendo durante tiempo con los anglicismos interviú (todavía
se edita hoy una revista con ese nombre) e interviuvar, pero
también en su significado más general, que sólo se acepta a partir de la
edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua de
1817. La palabra se toma del francés entrevue (documentada por
primera vez en 1498), de donde pasa al inglés (hacia 1514, para designar una
ceremonia cortesana especial; la acepción común de "encuentro
entre dos personas" la adquiere en 1603 y al mundo del periodismo
pasa en 1869) y de ahí, siglos más tarde, de nuevo al resto de los idiomas
(especialmente, aunque no sólo, los latinos; de nuevo véase, por ejemplo, el
neologismo vasco de aproximadamente las mismas épocas el sustantivo elkarrizketa y,
ya en nuestro siglo, el verboelkarrizketatu, compuestos de elkar,
"entre", e hizketa, "conversación"). Todavía es
más reciente el verbo "entrevistar", a partir del sustantivo, lo
mismo que en el inglés to interview (véase la entradaver en
Corominas).
Es claro que el modelo de la entrevista es
el género literario del diálogo clásico, cuyo paradigma son, sin duda, los Diálogos de
Platón. Aunque se trate más bien de los discursos de Sócrates, que como se sabe
nada escribió, en los que no aparece sino su voz, nunca la de quien recoge sus
palabras, su discípulo Platón, por más que éste utilice la técnica de hacer
hablar a su maestro como si dialogase con un interlocutor, diferente en cada
caso. En la prensa ilustrada se utilizó con profusión el género dialógico,
aunque suele tratarse de diálogos ficticios: por ejemplo, el que aparece en
1811 en el periódico El Peruano de Lima, titulado "El
invisible o Diálogo que tuvo con el editor". Con variantes, aún hoy se
utiliza el género del diálogo, incluso en los medios: por ejemplo, el libro así
titulado, Diálogos, que recoge los que mantuvieron Jorge Luis
Borges y Luis Osvaldo Ferrari ante los micrófonos de la radio argentina en los
años 80 (Barcelona: Seix Barral, 1992). Pero la diferencia con la entrevista es
sustancial: mientras en los diálogos ambos interlocutores expresan sus
opiniones y se mantienen, más o menos, a un mismo nivel, en la entrevista
periodística típica el periodista está al servicio del entrevistado y del
público, a quien únicamente importan, en principio, las palabras del personaje
a quien se hace la entrevista. El entrevistador hace las preguntas y busca
obtener las respuestas del otro, nunca es objetivo de la entrevista (o no debe
serlo, al menos) expresar las ideas y opiniones del periodista.
Pues bien, eso es lo que hizo William
Drummond en su Conversations with Ben Jonson. El texto fue
redactado en 1619, durante la visita que el dramaturgo le hizo en su casa de
Hawthornden con motivo del viaje a pie que hizo a Escocia ese año. Drummond
aprovechó para preguntarle sobre la mayoría de los escritores ingleses
contemporáneos, entre ellos Shakespeare, muerto sólo tres años antes y buen
conocido de Jonson, y otros escritores clásicos, de Homero y Virgilio a
Petrarca y Ronsard. El texto no fue publicado en vida de su autor, y hubo de
esperar casi cien años para ver la luz. Un resumen del mismo, reescrito y
clasificado de acuerdo a los intereses del recopilador, fue dado a la luz por
John Sage y Thomas Ruddiman en The Works of William Drummond, en
Edimburgo en 1711. Mucho más tarde se publicó la obra de forma completa, a
partir no del manuscrito de Drummond, perdido, sino de una copia fiel del mismo
que sacó sir Robert Sibbald a finales del siglo XVII, copia que fue publicada
por primera vez en 1833 por David Laing y que sirvió de base para ediciones
posteriores, hasta llegar a la considerada canónica y mejor fijada del texto,
la incluida por C. H. Herford y Percy Simpson en su edición de las Complete
Works de Ben Jonson (Oxford: Clarendon Press, 1925-1952).
En estas Conversaciones (Drummond
no las tituló así, se limitó a anotar como encabezamiento Informations
be Ben Johnston to W. D. when he came to Scotland upon foot, 1619. Certain
Informations and maners of Ben Johnsons to W. Drumond; como vemos la
palabra "información" la repite dos veces) el entrevistador
desaparece. Ni siquiera constan sus preguntas, que se sustituyen en ocasiones
con anotaciones al margen que indican el tema de las respuestas, generalmente
el autor al que Ben Jonson se refería, del tipo "of ye translation
of Homer & Virgill" u "of Shakspear" [sic]. Tampoco
aparece citado en las palabras de Jonson, salvo en un par de ocasiones: "He
recommended to my reading Quintilian", dice en un pasaje, y en otro
pasaje "titulado""Censur of Hautho<n>de<ns>
verses" se refiere necesariamente a sí mismo, en tercera persona,
como uno de los autores que Jonson critica, y no en términos especialmente
benévolos, por cierto.
Eso no quiere decir que estas notas de
conversaciones estén redactadas en estilo directo: William Drummond se refiere
a él en tercera persona ("that he had ane jntention…", "his
judgement was…", "he cursed Petrarch…", etc.). Por supuesto,
esta "entrevista", o precedente de la entrevista, no fue publicada en
periódico alguno: el primer periódico inglés, semanal, que por cierto el propio
Ben Jonson criticará en su comedia de 1626 The Staple of News (El
comercio de noticias), no verá la luz hasta 1622. Lo que hace de estas Conversations
with Ben Jonson un claro precedente de la entrevista periodística,
mucho más que los refinados y cultivados diálogos de Boswell con Samuel Johnson,
es el hecho de que comparta aspectos técnicos con el actual género
periodístico, que ya hemos visto, y que además se refiera a temas de
actualidad: como hoy en día, el autor de la entrevista, William Drummond en
este caso, aprovecha la visita de un famoso para hacerle una serie de preguntas
referidas a temas de interés y actualidad.
5. CONCLUSIONES
Las técnicas que más tarde se emplearán en
los géneros periodísticos interpretativos se utilizaban ya en la Edad Media, y
se desarrollan sobre todo en géneros literarios y jurídicos propios del área
anglo-germánica. La fuerte tradición retoricista deriva en los países latinos
más hacia el convencer que hacia el narrar. Lo contrario sucede en los países
anglosajones, donde se prefiere que los hechos hablen por sí solos, y por tanto
han de emplearse técnicas que objetivicen el relato. Éste, por supuesto, no
deja de ser una construcción retórica, un "artefacto", si se
prefiere, aunque desde luego da una mayor impresión de realidad y conduce,
merced sobre todo a la utilización de esas técnicas, a que el común de los
lectores, de la audiencia, reconozca esos textos o discursos como algo más
cercano a sus vivencias cotidianas, aunque los hechos que se les narren hayan
ocurrido lejos en el tiempo o en el espacio.
El periodismo no hace sino retomar esas
técnicas, que nunca habían muerto en la tradición anglosajona, y darles nueva
vida. Su originalidad reside en insuflarles esa vida nueva, más que en crear
nadaex novo. Como en el caso de aquellos géneros medievales y
renacentistas que hemos examinado, el éxito del empeño es evidente: hoy por
hoy, el periodismo y sus técnicas, empleadas ya en tantas y tantas novelas,
basadas o no en hechos reales, es la literatura más popular en nuestros días.
NOTAS
I.
Ya se sabe, "facts are sacred, opinions are free", en palabras de
Charles A. Dana. O, como decía Benjamin Day, director del periódico The Sun de
Nueva York cuyo lema era toda una declaración de principios democráticos, en el
mejor de los casos, o de extrema candidez, en el peor de ellos: "Solet
lucet omnibus".
II.
Una magnífica traducción de esta balada o romance vascongado puede leerse
en la antología de Jon Juaristi Flor de baladas vascas, en la colección Visor
de Poesía.
III.
La Gesta Danorum ha sido recientemente traducida y publicada en español. En
cuanto a la saga de Amloði, ha sido publicada por Lena Stiessel: Amloða Saga. Á
sænsku. Stockholm: Almqvist & Widsell, 1994.
IV.
En español tenemos, entre otras, las muy curiosas y breves sagas de los
groenlandeses (Grænlendinga saga) y de Eirik el Rojo (Eiríks saga rauda), las
referidas a la llegada e intento de colonización de lo que luego sería América
y ellos llamaban Vinland ("Tierra de viñas") por parte de islandeses,
en traducción de Antón y Pedro Casariego Córdoba publicada en 1983 por la
editorial Siruela, y más recientemente la Saga de las Islas Orcadas, publicada
en 1999 por la editorial Minotauro de Barcelona en traducción de Javier E. Díaz
Vera, quien también publicó en 1998 la Saga de los Volsungos. Aunque el número
de traducciones al español es mucho más pobre que en otras lenguas, como el
francés o, sobre todo, el inglés, disponemos en nuestro idioma de algunas de
las más conocidas sagas entre los propios islandeses, cuyo idioma apenas ha
cambiado desde que en el siglo X llegaron a la inhóspita isla que hoy es su
hogar, que todavía hoy leen asiduamente y recomiendan a todos sus huéspedes: la
Nials saga (Saga de Nial), y Egils saga (Saga de Egil Skallagrímsson), ambas en
traducción de Enrique Bernárdez. Otras sagas menores, junto con varios ðættir o
historias individuales más breves, han sido igualmente traducidas por Bernárdez
en la asequible colección Austral de Espasa-Calpe bajo el título genérico de
Sagas islandesas. Una de las sagas contenidas en la monumental Heimskringla de
Snorri Sturluson, la Saga de los ynglingos, ha sido traducida al castellano por
Santiago Ibáñez Lluch y publicada por Tilde en 1997. Del mismo traductor y
editorial se publicaba un año más tarde una saga atribuida a otro gran escritor
escandinavo, el danés Saxo Gramático: la Saga de Ragnar Calzas Peludas. De
otras sagas muy conocidas, por ejemplo la Laxdæla saga, existen ediciones
asequibles en inglés, la mayoría publicadas por la Everyman´s Library y Penguin
Books. Todas ellas pertenecen al grupo de las sagas históricas, cuya técnica
narrativa es más "periodística" sin dejar de ser bellamente
literarias.
V.
El libro recoge los ya editados en otros volúmenes anteriores: Borges en
diálogo: conversaciones de Jorge Luis Borges con Osvaldo Ferrari, Libro de
diálogos y Diálogos últimos, publicados entre 1985 y 1987.
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